El jueves pasado una nube en forma de hongo acompañada por rayos apareció sobre el cielo de Pekín, causando pánico entre los habitantes de la capital de China que pensaron que se trataba de una explosión nuclear.
Aunque gigantesca, la nube no era nada más que un simple cumulonimbo, una formación nubosa que crece verticalmente, formando una espiral alrededor de una columna central de aire caliente, y que puede medir varios kilómetros de altura. Eso sí, la extraña luz que emanaba de la nube, provocada por una gran cantidad de rayos, le daba aires de fin del mundo.
Tres días antes del fenómeno, la megalópolis industrial de Wuhan se vio súbitamente envuelta por una espesa nube amarillenta que provocó numerosos rumores e inquietudes entre los habitantes, aunque según las autoridades, se debió a la quema de pastizales.
El problema de la contaminación atmosférica es cada vez más agudo en las grandes ciudades chinas, cuyas autoridades son a menudo acusadas de subestimar su gravedad.
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