Por tradición, el porteño promedio se sienta a comer en la barra sólo si todas las mesas del restaurante están ocupadas y no le queda otra opción. Prefiere las cosas servidas comme il faut, que nada salga de su lugar. El preconcepto es que la barra es un plan B, un terreno para solitarios. Sin embargo, estos prejuicios comienzan a …
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