El 71 por ciento de los que respondieron a una encuesta realizada en Facebook por Infobae América, prefiere un jefe que da libertad total para decidir cómo hacer el trabajo, mientras que el 29 por ciento restante opta por uno dé instrucciones precisas.
Sin embargo, al consultar qué cosas molestan de los superiores, aparecen respuestas contradictorias. “El mío siempre dice… ‘no sé, resuélvelo tú, coordínalo y me avisas’. Nunca resuelve nada. Y si hay errores, ¿quién es la que paga? Yoo!!!”.
Los cambios en la manera de mandar
“A diferencia de los jefes de mitad del siglo pasado, los del siglo XXI parecen tener otras expectativas. Son más jóvenes y comparten algunas intimidades con los empleados, que también pueden transformarse en amigos”,aseguróAdriana Guraieb, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
A lo largo de las últimas décadas fueron apareciendo nuevas maneras de organizar el trabajo y las relaciones laborales. Por muchos motivos, entró en crisis el paradigma de la gran organización burocrática, en la que todas las tareas estaban pautadas de antemano, en la que a los trabajadores no se les exigía ninguna creatividad y donde los aspectos personales se quedaban en casa.
“Si el ámbito laboral no es estimulante y avanza la insatisfacción puede llegar el aburrimiento, la falta de desafíos y de interés en el trabajo”, agregó Guraieb.
Así, las empresas notaron que en ese contexto tan predecible e híper-estructurado, los empleados no rendían tanto como podrían hacerlo. Por eso comenzaron a implementar nuevas formas de trabajo. Las jerarquías pasaron a desdibujarse, los horarios de ocio y de trabajo también, y se empieza a apelar a que sean los empleados los que definan sus tiempos y sus maneras para cumplir con los objetivos que la firma se plantea.
La angustia que pueden generar los jefes
Como muestra la encuesta, tener autonomía para planificar las tareas a cumplir es algo valorado por los operarios. Pero estas transformaciones también tienen aspectos contradictorios.
“Con el avance de las ideas de colaboración, autonomía, poder de iniciativa, y el desarrollo de la creatividad, se da un proceso de hacer responsables a los trabajadores. Se les transfiere el riesgo”, aseguró la doctora Claudia Figari, vicedirectora del Ceil (Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, de Argentina), en diálogo con Infobae América.
“Esto se presenta como un reconocimiento hacia los empleados, de su autonomía e iniciativa, pero a veces termina siendo una sujeción mayor a las reglas de la compañía”, agregó.
Entonces se da una paradoja. La misma angustia que generaban las formas de trabajo muy burocráticas con los jefes autoritarios, se ve replicada ahora con los líderes que muchas veces están ausentes y que sobrecargan a los empleados.
“En algunas personas genera angustia no saber si el trabajo realizado está bien o mal. Pero en otros puede sentar muy bien. Depende de la personalidad”, afirmó Olga Cartañá, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
Lo mismo contó Guraieb. “Para algunas personalidades que necesitan depender y recibir pautas claras, concretas y tareas con ‘fecha de vencimiento’, es probable que esta modalidad de trabajo no les resulte y los desorganice”.
Es por eso que, como suele suceder, jefes y subalternos encuentran el mayor bienestar posible en el delicado equilibrio del punto medio.
“Los mejores jefes son los que adoptan una postura paternal. Dirigiendo, pero dejando hacer a los empleados”, concluyó Cartañá
Al margen de sus formas de conducir la organización y de si son más o menos directivos y exigentes, lo que casi todos los encuestados aseguran es que lo que no toleran es la falta de respeto. Sentirse humillados, agredidos o demasiado exigidos son algunas de las cosas que impulsan a las personas a querer cambiar de trabajo. Por eso un jefe verdaderamente respetuoso de sus subalternos ya está muy cerca de ser un buen jefe.
Fuente: http://america.infobae.com/