Rob Tizzard perdió a su madre Rita justo después de su 30º cumpleaños.
«Fue de repente. Tenía un problema en la pierna y pensé que no sería nada y luego recibí una llamada diciendo que estaba en el hospital y que tenía cáncer», explica.
«Fue un gran shock y sólo cinco semanas después ya no estaba. Me enseñó a apreciar las cosas pequeñas de la vida, así que tuve que aprender a sobrellevarlo».
Su cocina huele a canela porque ha estado haciendo budín de pan. Es un postre que le trae maravillosas memorias de su madre y que ha estado tratando de imitar.
«Ella solía hacerlo con pan crujiente para gastar el pan duro», explica.
«He dejado el pan a remojo con la leche y los huevos toda la noche, en lugar de sólo una hora. Quiero hacerlo lo más parecido posible a como lo hacía ella. El suyo parecía tostarse más que el mío», recuerda.
«Mamá se lo regalaba a menudo a sus amigos. En realidad, no estoy seguro de si a ella le gustaba mucho pero sus amigos lo ponían por las nubes, les encantaba la manera en la que lo hacía y prácticamente le suplicaban que lo cocinara».
Recuerdos
«Cuando era pequeño estaba interesado en aprender a cocinar y me sentaba en la encima de la mesa de la cocina mientras ella hacía pasteles y probaba nuevas recetas».
La psicóloga clínica Claudia Herbert asegura que cocinar puede tener poderes restauradores para quienes están en duelo, una vez que se supera el dolor incial.
«La comida es un aspecto conector en nuestras vidas y ellos probablemente compartieron muchas experiencias que tenían que ver con su preparación, las compras, con compartir comida o experiencias gastronómicas; esto puede llevar a memorias que pueden ser positivas o negativas», explica.
«El proceso incial de la pérdida puede llevar a reacciones tristes o amargas, pero más adelante se puede convertir en un recuerdo reminiscente de los buenos tiempos que compartieron», asegura.
«Puede dar una sensación reconfortante y comer esos platos nos puede transportar a los buenos tiempos compartidos».
La receta de la abuela
Mucha gente vincula a los seres queridos con una determinada comida.
Y no es raro conocer a alguien que se la pasa buscando la fórmula mágica para imitar las galletitas, las salsas o las sopas que hacían sus abuelas.
La bloguera aficionada a la cocina Bridget Blair ha recopilado un álbum de las valiosas recetas de amigos, familiares y vecinos que comparte con sus hijos y pretende pasar al resto de su familia.
El maltrecho libro está cubierto de manchas y marcas de dedos pero cada receta está vinculada a una historia.
«Puedo presumir de ellas porque no todo el mundo tiene estas recetas», afirma su hija Lucy Blair.
«Nos las ha dado alguien muy especial y no cualquier tipo de la tele».
Sin ganas de comer
Pero, a veces y al principio, el perder a un ser querido nos puede quitar las ganas de comer y la pasión por cocinar.
De hecho, hay hospitales de enfermos terminales que ofrecen cursos de cocina para ayudar a familiares a superar la pérdida de un ser querido.
Uno de ellos es el Hospicio de St Francis, en Berkhamsted, en Reino Unido, donde gente que han sufrido una pérdida y cocinan aprenden a preparar platos como lasaña, pan con hierbas y queso de cabra, y bizcocho, que luego comen juntos.
Algunos al principio no tenían ni idea de cocinar y habían perdido a su pareja o al familiar que se encargaba de la cocina.
«Antes de venir a este curso estuve un año tratando de salir adelante, con comida para llevar de restaurantes, no comía bien y engordé», asegura uno de los participantes William Knight.
«Mi madre cocinaba muy bien así que dejaba que ella se encargara de eso, pero desgraciadamente eso significa que no tenía experiencia».
«Iba a la cocina y entraba en pánico. Podía poner a hervir agua. Al final del primer día del curso había aprendido más de lo que jamás pensé y ahora tengo confianza en la cocina», asegura.
Jo Ash perdió a su marido hace un año.
«Estás en una burbuja y no quieres hacer nada», lamenta al recordar cómo fue su proceso de duelo: «Fue mucho peor de lo que pensaba. Había perdido a otros familiares antes pero no a mi pareja; es cómo perder la mitad de tu cuerpo».
«Llegas a un punto en el que no puedes hacer nada porque es como mostrar una forma de amor y no puedes hacerlo. Esto me ha ayudado a cocinar de nuevo y a volver a interesarme por algo», explica.
Geoffery Wicks perdió a su esposa hace un año. En ese tiempo ha aprendido a cocinar e incluso tiene varias especialidades, como su plato favorito: el bizcocho de frutas y crema.
«Soy de esa generación de hombres que no tiene ni idea de cocinar pues sus esposas siempre se encargaban de eso. Me vi totalmente incapaz de hacer algo más allá de abrir los paquetes de comida precocinada. Me convertí en un experto en eso», afirma.
Pero en el curso ha aprendido a amar la cocina y a encontrar un placer en la vida de nuevo.
«Mi sueño es hacer un asado porque nunca lo he hecho. La semana pasada, hice ‘coq au vin’ (pollo al vino) y me divertí», dice.
Reconfortar el alma
Cuando alguien muere, puede resultar difícil comer.
Cuál comida nos hace sentir bien depende que la persona, pero platos calientes fáciles de digerir o que nos evocan al ser querido que hemos perdido ofrecen un alivio del mundo exterior y reconfortan.
La sopa es a menudo considerada como reconfortante pues tiene una textura similar a lo que comiamos cuando éramos pequeños.
Al ayudar a alguien que está desconsolados es bueno preparar platos simples que sean fáciles de calentar, compartir, congelar y recalentar.
Con el paso del tiempo, los recuerdos de la comida pueden ayudar a quienes han sufrido una pérdida a reconectarse con esa persona.
Una manera de hacerlo es recopilando recetas en un libro que podamos mirar con cariño.
Fuente: http://www.bbc.co.uk/