Es un hecho: lo que comemos también influye en la salud de nuestro cerebro. Por eso, con una dieta equilibrada podemos reducir el riesgo de contraer enfermedades , mejorar funciones del sistema nervioso, agilizar la memoria, la concentración, el ánimo y hasta combatir la depresión. «Más de la mitad de las enfermedades que padecemos están relacionadas con nuestra forma de alimentarnos y con nuestros hábitos. Y hablamos de afecciones severas como infartos, ACV, diabetes, cáncer; y las que alteran al movimiento (enfermedad de Parkinson) o a la memoria (mal de Alzheimer)», explica el Dr. Edgardo Ridner, vocero de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Entre los nutrientes que no pueden faltar para estimular la memoria, la lucidez y otras funciones cerebrales , se destacan los cinco fantásticos: el aceite omega 3, las vitaminas del complejo B, los antioxidantes, el hierro y los minerales. ¿En qué alimentos encontramos estas «joyas naturales»? Omega 3, en pescados como salmón, atún, caballa y trucha. También en frutas secas (nueces, avellanas y almendras). Las vitaminas del complejo B están en verduras de hoja (lechuga, espinaca, acelga), lentejas, cereales integrales, clara de huevo, carnes y leche. Hay antioxidantes en frutas y verduras (frutos rojos, cítricos, brócoli, tomate, cebolla), en distintos aceites vegetales (maíz, girasol, oliva, canola) y también en frutas secas. El hierro se encuentra en carnes rojas, y la vitamina D en la leche y los huevos.
El neurólogo Diego Castro, del Cemic, suma más datos para tener en cuenta: «Los antioxidantes limpian sustancias dañinas que intervienen en el envejecimiento y en el daño asociado a factores vasculares. Además, la deficiencia de las vitaminas del complejo B podría generar problemas en la estructura cerebral».
Minerales como zinc, magnesio, hierro y calcio son fundamentales. Cuando faltan, provocan síntomas como dificultad en la atención, falta de memoria y fatiga. Aunque suene sorprendente, el café y el alcohol en dosis justas mejoran el estado de alerta y disminuyen el riesgo de demencia precoz.
Las rutinas saludables como el desayuno, no pueden faltar. Algunos estudios demostraron que quienes no desayunan, sobre todo en el caso de los estudiantes, tienen problemas para mantener la atención a corto plazo. Es que el cerebro necesita combustible y por eso cada mañana es imprescindible consumir lácteos, frutas, cereales e infusiones como té verde, que favorece la producción de dopamina, aliada del cerebro.
La cantidad recomendada de cada nutriente depende del peso, de la edad y del estado de salud de cada persona. En situaciones especiales y con el permiso de un médico, cualquiera de estos elementos se compensan a través de suplementos.
ENEMIGOS DECLARADOS
Los especialistas coinciden en que toda sustancia puede ser un remedio o un veneno, dependiendo de la cantidad. Las grasas en exceso se acumulan en órganos que no están preparados para almacenarlas –como el hígado– y pueden llegar a producir inflamación y muerte de las células. El alcohol en grandes cantidades sigue circulando y pasa a ser un tóxico peligroso. El efecto más nocivo del alcohol es que altera el funcionamiento de las arterias y esto deriva en la formación de placas que llevan a la obstrucción y al infarto. Por otro lado, el exceso de grasas, de comidas azucaradas, chatarra o de alcohol favorece el aumento de peso que, según demuestran algunos estudios, incrementa el riesgo de padecer demencia al llegar a la vejez..
Fuente: http://www.revistasusana.com