Podemos deleitarnos con maravillosas novelas de amor, suspirar ante un poema que nos quita el aire o creer que morir de amor es mucho más que una posibilidad. Sin embargo, sin dejar nunca de lado el romanticismo, podemos pensar en que hay otra manera de entender por qué estamos juntos (o qué es lo que, en definitiva, buscamos con tanta ansiedad).
¿Acaso sabemos por qué estamos con quien estamos? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez?… ¿O será que, simplemente, estamos porque es lo que nos enseñaron, lo que se espera, lo que debería ser…?
Cuando algo se automatiza, corre severos riesgos de perder su esencia o verdadero propósito. Todo indica que, en este camino, vamos derecho a la infelicidad.
Pero, para no andar desajustados de las reglas del amor, ¿cuál es la esencia natural de los vinculos?
Se cree que, inclusive el amor, todo es cuestión de supervivencia. Está en nuestra biología más salvaje y primitiva la idea de seducirnos, encontrarnos y reproducirnos. Aunque parezca frío y deshumanizado, tan sólo andamos por la vida con sobradas ansias de encontrar con quien compartir (o quien comparta con nosotros), con quien preservar la especie, con quien asegurar la continuidad genética, trascender y sentirnos realizados con nuestra condición de género.
Se cree que un encuentro sexual y amoroso es exitoso cuando, en principio, un hombre o una mujer encuentran a quien reúne los patrones esperados. ¿Qué patrones? Según el psicólogo David Buss: «los hombres de todo el mundo desean mujeres físicamente atractivas, jóvenes y esposas leales sexualmente, que permanezcan fieles a ellos. Las mujeres eligen seguridad económica, status social, edad, ambición, estabilidad, inteligencia, tamaño, fuerza y buena salud». Aunque parezca un concepto poco evolucionado, esta radiografía del amor se sostiene desde hace miles y miles de años. ¿Es tan así? ¿Lo pensaron alguna vez?…
Se insiste, ¿por qué estamos juntos? ¿qué implica «estar» con alguien?
Se entiende la filiación (la unión) como «un motivo que se caracteriza por el interés en establecer, mantener o restaurar una relación afectiva positiva…»
Cada momento de la Historia, y de nuestra historia en particular (la propia y la de nuestra herencia familiar), podrán darnos una definición más o menos ajustada a uno de los dilemas más trascendentales. ¿Qué es, acaso, el amor? ¿Qué creen que buscamos en definitiva? ¿Por qué estamos con quien estamos? ¿Por qué estamos solos? ¿Qué estamos buscando como para no encontrarnos?
No nos sorprendamos si hoy, por ejemplo, la eterna biología del amor está configurada por las variables modernas del exitismo, la individualidad y del consumo. En este sentido, el prestigioso Zygmunt Bauman, autor de «Amor líquido», a propósito de la fragilidad de los vínculos humanos de hoy, pone especial énfasis en como «los riesgos y angustias de vivir juntos o separados son siempre pensados en términos de costos y beneficios de convivencia».
¿Cuáles son nuestros propósitos a la hora de convivir con nuestra pareja? ¿Amor o conveniencia? ¿ambos?… ¿y esto está bien?
Todas las relaciones son construidas en relación a la experiencia y a la expectativa. Si algo persiste, ¿qué estaremos aprendiendo o qué estaremos esperando?… ¿Por qué estamos con quien estamos? ¿Podría otro ocupar ese lugar? ¿Por qué no encuentro con quién estar, compartir, cruzar, sobrevivir…?
En lugar de perdernos en críticas en relación a lo que piensan los unos y los otros, ¿alguna vez pensamos cuál es nuestra definición del amor?… ¿Qué queremos?, ¿qué esperamos?, ¿qué estamos en condiciones de ofrecer?, ¿qué somos capaces de recibir?, ¿qué vamos a negociar?…
Muchas veces son las preguntas las que nos traen las respuestas. Quién se pregunta, encuentra, disfruta, sobrevive, trasciende.
Eduardo Chaktoura
Fuente: http://www.revistaohlala.com