Según Simcha Lev-Yadun, de la Universidad de Haifa-Oranim (Israel), y Jamo Holopainen, de la Universdad de Kuopio (Finlandia), las causas hay que buscarlas 35 millones de años atrás. Cuando el color verde de la clorofila disminuye en las hojas, los pigmentos amarillos que ya existen en la planta se vuelven dominantes en ciertas especies y se hacen visibles. En las plantas de hojas rojas sucede algo distinto: a medida que la clorofila verde desaparece se sintetiza un nuevo pigmento encarnado, llamado antocianina. El trabajo apunta a que en el continente americano se produjo hace millones de años una larga batalla evolutiva entre los árboles y los insectos que se hospedan en ellos y que absorben los aminoácidos de las hojas en otoño, colocando luego sus huevos, en perjuicio de las plantas. Tal y como explicaban los investigadores en la revista Journal New Phytologist, los árboles optaron por invertir parte de su energía en cambiar las hojas de amarillo a rojo para ahuyentar a los insectos.
En Europa, sin embargo, con tantas áreas montañosas, cuando se sucedieron las edades de hielo y las glaciaciones muchas especies de árboles no lograron sobrevivir al frío, y muchos insectos tampoco, por lo que a las plantas que resistieron a las heladas no les hizo falta dar el paso de sustituir el color amarilo de sus hojas por el rojizo.
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