Cuando Zlatan Ibrahimovic llegó a Barcelona, se autoimpuso la génesis de su fracaso: “A mí me tratas como a Messi”, le pidió a Pep Guardiola. El sueco pisó la galaxia catalana como una estrella por la que le habían pagado al Inter 45 millones de euros más la cesión del pase de Samuel Eto’o. Y se creyó el cuento.
Guardiola, como nadie, entendió que Messi es único.
Los otros son hombres que pueden ser mejores o peores jugadores; ninguno, el gran crack imposible.
En marzo de este año, Alejandro Sabella tuvo acceso directo a algunos de esos secretos.
Pep es el señor de la llave, el cerrajero del tesoro que esconde Messi en sus silencios.
Generoso, el ex entrenador del Barcelona le precisó al DT de la Selección argentina grajeas de una receta para que el mejor del mundo esté feliz: a Messi hay que hablarle poco, enfocarlo en el equipo con un blindaje de compañeros que le hagan el trabajo más fácil, escuchar bien lo poco que dice.
Y que no se olvide: a Messi no hay que sacarlo nunca, ni para la ovación.
Sabella, además, ya había entendido cuando asumió, en agosto de 2011, que Leo debía aumentar su injerencia en el grupo.
O sea, para ser Messi, tenía que ser enteramente Messi: le dio la capitanía.
David Villa entiende el juego. Después de su debut en Barcelona, declaró: “Es un orgullo jugar en este equipo y con jugadores como Messi, el mejor jugador del mundo. Quien no se acople con él, es que no vale para este equipo”. La lectura también la hizo Sabella: es todos para Messi.
Guardiola supo que Messi sabe; que Messi sabe todo, que es un crack como no ha visto a otro.
Pretendió, entonces, que fuera feliz, que se sintiera cómodo y libre para jugar. Se lo dijo a Sabella, que repitió tras el partido del viernes en conferencia de prensa: “(Como jugador) Yo no podría hacer nada de lo que hace Messi. El tiro libre del gol parecía lejos, yo ni llegaba al arco. Ahora Messi está feliz y así nos va a dar alegrías a todos”, se entusiasmó.
El guión es propio aunque lleve impresas las huellas de Guardiola. Aquella reunión entre Pep y Sabella fue hace seis meses. La concertó el mismísimo Lionel Messi.
Para vos. El esquema del partido ante Paraguay fue a la medida del diez. Sabella repite que quiere un equipo “equilibrado”. El equilibrio para rodear bien a Messi: la idea es que no tenga que arrancar desde tan atrás, que no quede apretado sobre una banda y, mucho menos, que no tenga socios para desafiar defensas.
Messi habla poco, pero hay que escucharlo. Es una regla que Sabella talló en su manual para hacer de Argentina un “equipo ideal”.
En Córdoba, lo rodeó con dos delanteros, como sugirió Leo. “Goza mucho cuando convierte, pero también cuando da asistencias. Si es el imán de los rivales, necesita delanteros para dejarlos de cara al gol”, explica un allegado al futbolista.
A Messi le gusta que lo entiendan sin que tenga que explicar con palabras. Y agradece en la cancha.
La contención no es sólo táctica. Oscar Ustari ganó lugar como tercer arquero no sólo por las aptitudes que mostró en los últimos partidos en Boca. Un plus para imponerse sobre Marcelo Barovero, de River, fue su amistad con Messi. Lesionado Kun Agüero, Ustari fue la pieza justa que encajó: el que se concentró con su amigo Messi en la habitación 345 del Hotel Orfeo de Córdoba.
En la práctica de ayer no estuvieron Angel Di María ni Messi. El entrenador les dio permiso para viajar a Rosario desde Córdoba, a visitar a sus familias. “Messi es argentino desde los cuatro costados. Su corazón y pensamiento están siempre en Rosario”, cuenta Fernando Polo, periodista del diario catalán El Mundo Deportivo.
Polo comparte el día a día con Leo; lo ve entrenarse, le sabe ya sus silencios y, también, charla sobre lo que extraña el jugador de Argentina. “Es muy familiero. No es de salir con sus amigos, prefiere estar con hermanos y sobrinos”, detalla. Para que Messi esté feliz, Sabella le regaló un rato de Rosario.
Saber quién es el jefe. Lo que Ibrahimovic no supo lo asumen todos en la Selección. Sabella hace el discurso público y los futbolistas decodifican. Kun Agüero y Gonzalo Higuain también son megafiguras del mapa mundial futbolero.
Ninguno de ellos se atrevería a poner en duda las jerarquías: Messi manda. No se trata de caprichos ni divismos; el diez necesita un entorno que lo envuelva, que lo potencie. Con el equipo cosido a su zurda, Argentina se engrandece. En efecto, el Messi que ahora también es un jugador del pueblo marcó nueve goles en los últimos cinco partidos de la Selección. En todos los casos hubo victorias, que ya suman seis de manera consecutiva, entre partidos amistosos y oficiales.
Encolumnados detrás del capitán que, según Sabella, “antes era líder por ser crack y actualmente lo es también porque creció en lo comunicacional”, los futbolistas argentinos confían en la receta: con Messi cómodo, la Selección apunta alto para el Mundial de Brasil 2014. El que el crack alguna vez confesó que sueña ganar.
Messi no quiere aplausos; lo desvela ganar un título con la camiseta celeste y blanca. Dicen en Barcelona que cada vez que volvía de una actuación frustrada con la Selección, tenía una actuación consagratoria en su club. Era la revancha. Era demostrar y demostrarse que era Messi.
Era cuando todavía no había encontrado en la Selección su lugar en el mundo.
Fuente: http://442.perfil.com