Si el sexo genital tuvo que liberarse de la carga de la procreación para encontrar lugar en el placer por el placer mismo, el sexo anal está luchando por el suyo, sin prejuicios ni censuras. Y bien que vale la pena.
“Mi novio quiere y yo no quiero, tiene la idea fija”, escucho decir a una joven. Este comentario aparenta ser una diferencia de gustos sexuales, pero encubre preconceptos ligados a pautas de género. El hombre gozará más del acto cuando se ofrece con alguna resistencia, y esto es lo que ocurre. Vencer la intransigencia de su compañera primero y del esfínter después es una doble ganancia para su virilidad. La elección de esta práctica se convierte entonces en un refuerzo para el macho. Un logro para la fuerza, la jactancia y el vigor, todos atributos de dominación.
En la mujer ocurre lo contrario, despierta sentimientos de humillación, de ser sometida por el hombre. Teme ser el objeto sumiso, pasible de ser dominada. Muchas se reprochan haberlo entregado sin convencimiento. Se sienten avergonzadas, “sucias”, que no tienen pudor ni amor propio.
El placer del sexo se convierte entonces en un referente de dominación y sumisión, como si aún las antiguas pautas de género, aquellas que sumían a las parejas a roles fijos, siguieran en plena vigencia.
Estamos hablando de una zona erógena, que tiene la inervación suficiente para provocar infinidad de sensaciones placenteras. En el hombre, la región prostática que linda con el recto es una fuente de un placer intenso. Las parejas deberían dejar de lado los preconceptos y entregarse al goce que este tipo de sexo ofrece.
Algunos consejos:
* Los juegos previos son fundamentales, se debe conseguir un buen nivel de excitación.
* La higiene previa ayuda a despejar ideas de “suciedad” o de “inconvenientes “en el encuentro.
* Conseguir una buena relajación y usar lubricantes al agua.
* Llegar a la zona gradualmente. Jamás se debe abordar con fuerza o a “lo bruto”. Hay que ser cuidadosos.
* La estimulación en la parte inferior favorece la relajación.
* Alternar las poses. Las de espaldas al hombre pueden disgustar a algunas mujeres. Una recomendable es “de costado”, como haciendo “cucharita”. Ayuda a relajarse, despierta ternura y favorece la estimulación.
Fuente: ww.entremujeres.com