Todo empezó con un mito posible, una sospecha: en las guardias, los médicos dan rienda suelta a su sexualidad y, literalmente, pasa de todo; lo que uno pueda imaginarse y lo que no.
Eso fue el inicio de una serie de entrevistas que culminaron con el libro Guardapolvos. Sexo y mentiras de hospital. También fue la primera pregunta que recibieron las docenas de médicos entrevistados. ¿Es mito lo de la hipersexualidad médica, entre curación y curación, entre pacientes y quirófano? Curioso o no, una mayoría dijo que sí, que el mito era realidad y que sí, que allí dentro sucede de todo: médicos con pacientes, con enfermeras, con madres y padres de enfermos; cirujanos con instrumentistas y con el resto del mundo.
Excusas. Lo cierto es que los profesionales de la salud tienen sus coartadas, que alguien caratularía de excusas pero que sirven para explicar conductas: las guardias son muy largas (a menudo de 24 horas corridas), a menudo extenuantes, el estrés es muy alto, están a la mano las instalaciones (camas, sillones, los mismos quirófanos), entre otras facilidades. Las guardias resultan el ámbito propicio, un paraíso sexual en medio del trabajo agotador.
Pero para resultar del todo sexy para el combo ganador, los médicos y médicas le agregan el hecho de estar investidos de un halo de saber: tienen el prestigio otorgado en otras sociedades a chamanes, brujos y curanderos: ciencia mediante, poseen el conocimiento, pueden transmutar la materia enferma en un cuerpo sano. Además del prestigio gozan aún de poder y bienestar económico, lo que siempre es un punto a favor de la posibilidad de tener sexo (aunque es cierto que últimanente la profesión se ha depauperado).
Fuente: http://www.perfil.com