La investigación por lavado de dinero del Banco del Vaticano, las indemnizaciones por los escándalos sexuales y el número decreciente de creyentes y donaciones son algunos de los problemas que heredará el próximo Pontífice.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto gasta la Iglesia Católica a nivel mundial, pero la revista inglesa The Economist publicó en 2012 una investigación que calculaba en más de US$170.000 millones las erogaciones globales de 2010.
Y en «Las finanzas secretas de la iglesia», el periodista Jason Berry, que ha investigado el tema en los últimos 25 años, afirma que la estructura financiera de la Iglesia Católica es «caótica» y «opaca».
«La Iglesia Católica es la organización más grande del mundo y tiene una arquitectura financiera caótica. Por un lado es muy jerárquica, centrada en la autoridad del Papa, y por el otro totalmente descentralizada, con cada obispo a cargo de una diócesis que funciona como un virtual principado», indicó a BBC Mundo.
En esta «arquitectura», el Vaticano tiene fuertes inversiones canalizadas a través del Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco del Vaticano.
The Economist asegura que su portafolio de inversiones financieras supera los US$2.600 millones. Solo en Italia sus intereses se extienden por el sistema bancario, aerolíneas, inmuebles, empresas públicas y hasta cinematografía.
El dinero a la vista
Según un cálculo estimativo, un 60% de los fondos de la Iglesia Católica proviene de Estados Unidos, seguido por Alemania, Italia y Francia en término de contribuciones.
«El Vaticano recibe contribuciones de las iglesias de los países desarrollados, pero suele ayudar económicamente a las naciones más pobres. Recientemente invirtió unos US$250.000 en Haití para la reconstrucción de una escuela», señala Berry.
Una fuente básica del financiamiento eclesiástico son las donaciones de los feligreses, pero la caída a nivel mundial del número de católicos practicantes está erosionando estos ingresos.
Estados Unidos, cuarto país en número total de católicos, con 100 millones (solo lo superan Brasil, México y Filipinas), ha experimentado una caída del 20% en las donaciones al son de los escándalos sexuales.
El impacto de éstos ha sido doble: caída de ingresos y mayores egresos por indemnizaciones a las víctimas (estimadas en más de US$2.000 millones).
Debido a este gasto extraordinario, ocho diócesis, entre ellas la de San Diego, Tucson y Milwaukee, terminaron declarándose en bancarrota.
«En muchas ciudades han tenido que cerrar iglesias. Los Ángeles, Chicago y Boston, tres de las más importantes arquidiócesis, tienen un agujero promedio de unos US$90 millones en sus fondos de pensiones», señala Berry.
Los misterios del Banco del Vaticano
En enero, a instancias del organismo europeo que combate el lavado de dinero, Moneyval, el Banco Central de Italia bloqueó el uso de tarjetas de crédito dentro del Vaticano.
En el centro de la investigación se encuentra el IOR, fundado en 1942 por el papa Pío XII.
En 2010 el Banco Central de Italia confiscó unos US$30 millones de dólares del IOR y la policía inició una investigación de su director, Ettore Gotti Tedeschi.
En un intento de calmar las aguas, el Vaticano creó la Autoridad de Información Financiera, una agencia independiente para supervisar todas sus actividades monetarias y comerciales.
El intento terminó en un rotundo fracaso público. El pasado julio un informe de Moneyval señaló que el Vaticano no cumplía con los requisitos básicos en 7 de 16 áreas consideradas esenciales para el combate del lavado de dinero.
Dos meses antes, Gotti Tedeschi había sido sumariamente despedido por «no cumplir con las funciones primarias de su trabajo».
Un mes después del devastador informe de Moneyval, el Vaticano nombró a un especialista católico en lavado de dinero, René Brülhar, que entre sus laureles tiene la dirección de la Unidad de Inteligencia Financiera de Liechetenstein, un principado europeo identificado con las opacas rutas de los paraísos fiscales.
A la luz del bloqueo de las tarjetas de crédito está claro que Brülhar tiene todavía una larga y dura tarea por delante.
Y que la opacidad financiera funciona como un potencial nido de escándalos.
En octubre del funesto año que fue 2012 para el Vaticano, el mayordomo del Papa, Paolo Gabrieli, fue condenado a 18 meses de prisión por el robo de material secreto con comprometedores detalles de sus asuntos financieros.
Por su parte, Gotti Tedeschi, el expresidente del IOR, ha decidido colaborar con la investigación policial. Dado el cargo que ostentaba, esta cooperación puede ser explosiva.
El banquero de Dios y la CIA
En el mundo de las finanzas globalizadas, las cuentas de cualquier organización pueden ser un inescrutable laberinto.
Según Berry, el punto de inflexión de la economía vaticana se produjo durante la Guerra Fría.
«La CIA comenzó a transferir grandes sumas al banco del Vaticano. En 1948 fue la primera elección en la que el Partido Comunista, convertido en el más importante de Europa, buscaba el poder en Italia. En ese momento hubo una gran campaña en Estados Unidos, en la que participó Frank Sinatra, para financiar a la Democracia Cristiana. Así empezaron a circular grandes masas de dinero. Lo que pasó una generación más tarde fue consecuencia de este inmenso flujo monetario», le dijo el periodista a BBC Mundo.
En los años 70, el IOR y bancos católicos como el Ambrosiano pudieron aprovechar las rutas financieras suministradas por una explosión global de paraísos fiscales para multiplicar los negocios.
El escándalo estalló en los 80 con la repentina aparición de un agujero de más de US$1.000 millones de la época en las operaciones del Ambrosiano en América Latina.
El presidente del banco, Roberto Calvi, apareció colgado debajo del puente de Blackfriars en Londres en 1982 con estampas de la masonería en los bolsillos.
Los estrechos vínculos de Calvi con el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, presidente entonces del IOR, pusieron al Banco del Vaticano en el centro de una trama con ramificaciones que apuntaban a la mafia y a la Logia Fascista P2.
El papa Juan Pablo II se valió de la soberanía territorial del Vaticano para salvar a Marcinkus de la cárcel.
En una entrevista en 1986, el estadounidense intentó justificarse diciendo que no se podía manejar financieramente una organización como la Iglesia en base a «Ave Marías».
Pero tal como agregaron muchos católicos horrorizados con el escándalo, tampoco se lo puede hacer mediante pactos con el diablo.
Fuente: http://www.bbc.co.uk/