Moderen sus impulsos halagadores para con las mujeres guapas, no vaya a ser que tengamos un disgusto como el que se ha vivido recientemente en el municipio argentino de Villa Gobernador Gálvez, al noroeste de Buenos Aires.
Allí, la zalamería mal entendida (o mal ejecutada, ¡quién sabe!) ha estado a punto de acabar en tragedia, cuando un caballero amenazó con un arma de fuego a unos obreros que saludaron con piropos el caminar frente a ellos de una señorita.
Era la hora de la comida y un grupo de trabajadores se reunió para comer tirando de tartera, como hacen todos los días laborables. Mientras reponían fuerzas, una joven pasó ante ellos y algunos no pudieron reprimir el deseo de jalear la belleza de la muchacha. Probablemente, su objetivo no era ofender a la chica, pero también es probable que alguno de los requiebros fuera desproporcionado.
Minutos después de la lluvia de “cumplidos”, un caballero que resultó ser el marido de la madre de la joven, increpó a los empleados por, según su entender, haber rebasado los límites del decoro. Tras dedicarse improperios varios, el caballero sacó una pistola y golpeó a uno de los obreros con la culata. Además, antes de retirarse del lugar de los hechos, tuvo tiempo de descerrajar varios disparos contra algunos coches. Alertados por el sonido de los tiros, varios policías se personaron en la escena del casi-crimen, pero el agresor ya se había largado. Ahora, le espera una citación en el juzgado.
Viendo lo mal que piropean algunos y lo rematadamente mal que se lo toman otros, confieso mi preocupación por el futuro del arte del halago. Arturo Fernández, por favor, cuídese mucho y reprima sus instintos.
Fuente: http://blogs.20minutos.es/