Esto de vivir en la era digital conlleva a muchos cambios de hábitos. Hace tiempo que las parejas on-line están por todos lados (y me enorgullece conocer a una pareja que se conoció en un sala de chat hace años, se casaron, tienen dos hijos, y siguen felizmente juntos), pero las exparejas también.
Una de las curiosidades que la era digital y las redes sociales han sacado a la luz es el caso de Kelly Hildenbrandt y Kelly Hildenbrandt (no, no estás viendo doble), quienes se conocieron a través de Facebook después que ella buscara a ver si había alguien más con su mismo nombre. Surgió el amor, hubo boda en el 2009, portadas de revistas… Nos encantó la historia, que ahora llega a su fin tras darse a conocer que por “diferencias irreconciliables” han decidido cada quien irse por su lado.
Al final de toda historia digital, y para quienes creen que enamorarse en Internet es falso, la convivencia diaria es la que terminará por definir el futuro de toda relación. Conozco a varias parejas que se vieron una vez, tuvieron relaciones por carta (sí, aquél sistema en el escribías en papel, comprabas timbres postales, y esperabas días y días hasta que un cartero llevase la misiva hasta su destinatario), muchos se casaron por poderes en la lejanía, hasta que las razones económicas les permitieran unirse finalmente en persona.
Así que, Internet o carta, la relación se define tras los besos, apapachos, confidencias y la exposición inherente de las -casi- inmencionables rutinas de aseo. El problema viene cuando tras la relación en persona, se enfrenta a los rompimientos digitales.
Allá por septiembre (ni tiene tanto tiempo), se dio a conocer que en Estados Unidos un 50% de las parejas dan por terminada su relación a través de mensajes de texto. Sí, podemos enorgullecernos de que al menos la estadística –todavía- no incluye otro tipo de terminaciones, como que te enteres que tu pareja ya no sigue contigo por un cambio en su estatus de Facebook (muy cruel por cierto), pero de todas formas, algo anda mal, ¿no creen?
Ok, ok, no se diferencia mucho de esas historias que se cuentan donde uno de los dos ignora por completo al otro hasta que –con suerte- el buscador termina por entender las indirectas de que “ese arroz ya se coció”, ¿pero por qué somos tan cobardes? Una llamada telefónica mínimo, ¿no creen?
Sí, lo llamo cobardía, porque todo muy bien y muy bonito cuando el apapacho, el beso, el achuchón, la confidencia o la fiesta, pero a la hora de decir “ya no te quiero”, “me aburriste”, “me das vergüenza”, “no eres tú, soy yo”, “no tengo tiempo”, “me sales muy caro”, mejor no dar la cara.
Chicas, no importa si es porque tenemos miedo a recaer en “sus garras”, porque él simplemente no lo entendería, o porque no queremos ver cómo se rompe su corazoncito, si ya lo vimos a los ojos para darle un beso, veámoslo de nuevo para decirle “Se acabó”.
Y si son ellos los que se toman la “molestia” de terminar la relación de una forma tan cobarde (insisto con la palabra) les recomiendo una de dos: o buscarlo para que se los diga en persona y salir triunfantes, o simplemente salir triunfantes, porque definitivamente no quieres a alguien con ese perfil para que te acompañe uno solo de tus días.
¿Qué haría yo? No estoy del todo segura, y ojalá no me ocurra, porque sí me pondría verde del coraje, caminaría sin rumbo hablando conmigo misma sobre qué le diría si me lo encontrase. Pero lo más seguro es que antes de responderle borraría su número, y así no responder a la necesidad de llamarle. Decir nada… ¿Para qué? Esa personita definitivamente no merecería más atención (no soy de palo, y seguramente pasaría por el duelo de cualquier rompimiento, ¿pero hablarle, reclamarle o tomarme la molestia de escuchar sus excusas…? Demasiado tarde).
La tecnología es una herramienta maravillosa en todas sus facetas, y es increíble poder seguirle la pista a aquellas personas que quieres y que están en otro rincón del mundo, pero… ¿Ya es demasiado, no creen?
Fuente: http://ar.mujer.yahoo.com/