Si el caso Lewinsky nos sorprendió por cómo los restos de una eyaculación pueden durar tanto tiempo (y causar tanto revuelo), imaginen unos mucho más antiguos que la humanidad, que han permanecido inalterados desde hace unos 400 millones de años.
La primera eyaculación de la Historia -sería mucho más adecuado decir de la Prehistoria- de la que se tiene constancia en el registro fósil ocurrió en el Devónico, en lo que ahora es el yacimiento escocés de Rhynie Chert. El autor de esta placentera actividad fue un ejemplar de Rhyniophyta, unas plantas extintas. El acto, pillado in fraganti, quedó perpetuado para siempre en un cuarzo cristalino. El divulgador científico Dorion Sagan, hijo del famoso astrónomo Carl Sagan, lo describe en el libro de dos volúmenes «Muerte/Sexo» (Kairós), escrito junto al biólogo Tyler Volk.
La Algaophyton major, protagonista de esta historia de dos rombos, es una de las plantas más comunes del yacimiento Chert Rhynie, llamado así por la cercana aldea de Rhynie en Aberdeenshire, Escocia. Es fácil que plantas, hongos y líquenes de esa época hallan llegado petrificados hasta nuestros días, pero encontrar la muestra de una eyaculación es realmente excepcional. Estos depósitos locales ricos en sílice de 400 millones de años guardaron la materia orgánica como un tesoro.
Una muestra de cuarzo preservó el delicado arquegonio de la planta, el órgano sexual femenino, y en otra pudo observarse en el microscópico el antheridium, el órgano sexual masculino, repleto de células de esperma (los gametos masculinos) listas para salir disparadas. Sagan recuerda que esta eyaculación «es casi 140.000 veces más antigua que la Odisea de Homero, 400 veces más que la especie humana y casi tanto como la aparición de los animales en el registro fósil«.
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