¿Qué debe sentir una persona que, tras sufrir un accidente cerebrovascular, ha quedado con todo su cuerpo paralizado, pero puede escuchar, pensar, soñar y el único órgano que mueve y con el que se comunica es uno de sus ojos?
Jean-Dominique Bauby despertó tras estar tres semanas en coma. No entendía bien por qué se encontraba en un hospital. Veía figuras humanas, idas y venidas y escuchaba voces…pero cuando intentaba comunicarse con los demás sus palabras quedaban encerradas en su cerebro y no podía articularlas. Tan solo era capaz de mover, aunque con dificultad, su ojo izquierdo… ¿Qué le estaba ocurriendo?
Bauby había sido un hombre alegre, despreocupado y con una posición en la vida que muchos otros hubiesen envidiado. Su puesto como editor jefe de la revista de moda francesa ELLE le había proporcionado grandes satisfacciones y oportunidades de disfrutar de una plácida y acomodada vida, llena de viajes, fiestas y actos sociales.
Un fatídico 8 de diciembre de 1995, cuando tan solo contaba con 43 años y se encontraba en el momento de mayor apogeo de su carrera profesional, fue sorprendido por un inesperado accidente cerebrovascular que lo llevó a estar postrado y sin movilidad alguna durante los siguientes dos años.
El único órgano que era capaz de mover y que se convirtió en su enlace de comunicación con el exterior era su ojo izquierdo, todo gracias a la constancia y ayuda de las terapeutas que el Hospital Marítimo de Berck-Sur-Mer (a 130 km al norte de París) había puesto a su disposición.
La logopeda Sandrine Fichoule enseñó a comunicarse a través de los parpadeos de su
ojo, con un abecedario en el que se habían dispuesto las letras de modo que las de mayor uso y frecuencia en el idioma francés se encontraban en los primeros lugares (E, S, A, R, I, N, T, U, L, etc).
Sandrine empezaba a recitar cada letra y al llegar a la que Jean-Dominique quería decir éste daba un parpadeo y ella la apuntaba. Cuando se intuía una palabra se la decía y si era la correcta él abría más el ojo. De este modo empezó a crear pequeños mensajes que fueron enviados a parientes y amigos, entre ellos el editor Antoine Audouard, quien tras ver la nota de su amigo le propuso escribir (a través de los parpadeos) un libro en el que relatase todo lo que pensaba, soñaba y sentía en ese cautiverio en el que se encontraba.
Para realizar el costoso trabajo de transcribir en papel cada uno de los parpadeos de Bauby, la editorial mandó a Claude Mendibil, quien se encargaría de transformar en un libro todo aquello que Jean-Do (como era llamado familiarmente) le dictase a través de su ojo.
Fue un trabajo que duró varios meses y en el que Claude dedicaba tres horas al día a los largo de seis días a la semana. Tres horas que se convertían en eternas y en las que en muchas ocasiones salían palabras inteligibles y frases inconexas, a las que ella debía dar forma y sentido.
Se calcula que fueron necesarios alrededor de 200.000 parpadeos para dictar todo el libro.
El 7 de marzo de 1997 se puso a la venta el libro en todas las librerías francesas, bajo el título «La escafandra y la mariposa», agotándose la primera edición de 150.000 ejemplares en la primera semana (tan solo el primer día ya se alcanzaron los 25 mil ejemplares vendidos).
Dos días después, y de forma repentina, Jean-Dominique Bauby fallecía a consecuencia de una neumonía.
Fuente: http://ar.noticias.yahoo.com