El derecho a jugar fue reconocido por primera vez el 20 de noviembre de 1959, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. Treinta años más tarde se aprobó la Convención de los Derechos del Niño, que recoge el derecho al juego en el artículo 31. Concretamente, reconoce “el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.
Además de divertirse, mientras juega los niños desarrollan sus capacidades cerebrales. En un reciente estudio publicado en la revista Mind, Brain and Education, investigadores demostraron que jugar con juguetes de construcción cuando somos niños ayuda a aprender mejor las matemáticas, y las disciplinas científicas y tecnológicas cuando crecemos, además de favorecer el desarrollo del vocabulario espacial.
Sin embargo, lo cierto es que los niños cada vez juegan menos. De acuerdo con los resultados del estudio Juegorama 2011, los niños españoles dedican sólo el 20% de su tiempo a la alimentación, a las actividades extraescolares, a ver la televisión y al juego, entre otros; mientras que el 50% del tiempo duermen y el 30% están en la escuela. Por su parte, el estudio “La marca en el sector del juguete” realizado por la consultora PAC Research & Education, revela que el juguete es el rey entre los niños hasta los 7 años. A partir de esta edad, se reduce su presencia a favor de la electrónica (53%) y el juego físico con los deportes (25%), y se produce un abandono prematuro del juego con juguetes a los 9 años.
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