El mal de alzheimer es el «precio» que tenemos que pagar los «Homo sapiens» por nuestra evolución cerebral, según un estudio presentado hoy en la ciudad española de Burgos.
El estudio, realizado por el científico del Centro Nacional de Investigación Humana Emiliano Bruner y la neuropsiquiatra Heidi Jacobs, del Instituto Alemán de Neurociencia de Jülich, ha sido publicado en la revista «Journal of Alzheimer’s Disease».
Según Bruner, este trabajo abre todo un nuevo campo de investigación sobre la enfermedad desde varios campos científicos.
Aunque hasta ahora se relacionaba el alzheimer con los daños celulares en las áreas temporales y frontales del cerebro, la investigación realizada durante los últimos tres años se fija en una fase más temprana de la enfermedad caracterizada por un defecto metabólico centrado en las áreas parietales, donde reside la capacidad cognitiva que diferencia al «Homo sapiens» del resto de animales, incluso de los primates.
Bruner señaló que el mayor cambio en el cerebro en los últimos cinco millones de años se encuentra en el desarrollo de las áreas parietales del «Homo sapiens», que se sitúan en la parte central superior del cerebro.
La consecuencia es una «gran ventaja cognitiva», aunque tiene «efectos secundarios» porque al estar en el centro geométrico del cerebro esta zona es propensa a sufrir elevadas temperaturas, que perjudican al cerebro; también requiere mucha actividad vascular, que puede ir asociada a toxicidad, y mucha energía, por lo que puede registrar problemas de metabolismo.
La consecuencia, según Bruner, es que «un motor muy potente y específico de las áreas parietales conlleva también una gran sensibilidad a la neurodegeneración».
En este sentido, sostiene que los efectos que se han encontrado en las áreas temporales y frontales, asociados al alzheimer, no son la causa de la enfermedad, sino una de sus consecuencias.
Bruner detalló que la localización del origen del alzheimer en las áreas parietales explica que la enfermedad no afecte a más especies, porque es una zona exclusiva del «Homo sapiens».
Sin embargo, reconoció que hasta ahora no se ha podido estudiar en qué momento de la evolución apareció este problema, porque no es posible estudiar el cerebro y no se han encontrado marcadores en los huesos del cráneo que puedan dar pistas.
En todo caso, consideró «lógico» que la selección natural no haya terminado con el alzheimer, dado que se registra sobre todo en edades avanzadas, cuando ya ha pasado la época reproductiva, por lo que la selección se queda «con la ventaja evolutiva sin tener en cuenta sus efectos asociados».
El científico insistió en que su trabajo no ofrece una cura para la enfermedad, sino una interpretación diferente que ahora requerirá trabajos de varias disciplinas, entre ellos estudios comparados entre primates humanos y no humanos.
Fuente: www.efe.es