Gran cantidad de los productos envasados que compramos no informan correctamente sus ingredientes reales.
Y dado que muchas marcas no están siendo transparentes sobre el contenido de los alimentos, conviene evacuar los interrogantes más comunes a la hora de elegir qué comer.
¿Cómo sabemos si un alimento es alto en grasa o en sodio? Y ¿Cómo averiguamos si tiene las temidas grasas trans en forma oculta o cuántas calorías posee?
“Un buen punto de partida para leer las etiquetas es darle importancia a la fecha de elaboración y de vencimiento, como también prestar atención a los ingredientes y los aditivos que posee el producto en cuestión”, explicó el doctor Máximo Ravenna, y agregó que “el rotulado nutricional brinda información sobre el aporte de calorías y el contenido de nutrientes del producto y sirve para comparar, por ejemplo, qué lácteo tiene más calcio o qué agua mineral posee menos sodio”.
Los nutrientes que deben declararse obligatoriamente son: carbohidratos, proteínas, grasas totales, grasas saturadas, grasas trans, fibra alimentaria y sodio.
Para el especialista es fundamental observar lo que se denomina el “tamaño de la porción”, porque en general resulta diferente para cada producto. Por ejemplo, una marca de galletitas puede indicar que una porción equivale a tres unidades y otra marca, a cuatro; y esto genera malos entendidos. En este caso, Ravenna aconsejó que “es preferible calcular las calorías por cada 100 gramos para equiparar los productos, es decir, medir cuántos gramos tiene cada galletita y así saber qué cantidad de calorías estamos consumiendo”.
Otro claro ejemplo de confusión puede probarse tomando una bolsa de papas fritas y observando en las etiquetas despegables una leyenda de 130 calorías, sin saber que esto se aplica cada 30 gramos, y no al paquete entero.
El problema no se registra sólo a nivel nacional, sino que es una tendencia que gana cada vez más terreno en el ámbito internacional. En este sentido, el Center for Science in the Public Interest, una organización norteamericana sin fines de lucro que aboga por la seguridad de los alimentos, asegura que “éstas políticas comerciales requieren cada vez una mayor atención”.
En concordancia, Ravenna alertó que los consumidores “deben perder la inocencia ante los mensajes engañosos de los que se valen ciertas marcas para lograr que compremos sus productos”.
Las estrategias incluyen no sólo confundir con la cantidad de calorías y nutrientes sino que, en muchos casos, se falta a la verdad en cuanto a la presencia de ciertos ingredientes o a su composición.
“Un truco muy común de la industria es mencionar que determinado aceite no contiene colesterol y la realidad es que ningún aceite lo contiene, porque son de origen vegetal y el colesterol es de origen animal”, destacó el especialista y detalló que otro engaño muy recurrente “es decir que un producto no contiene grasas trans y al mirar el listado de ingredientes observamos que sí están pero bajo el nombre de aceite vegetal hidrogenado”.
Otro clásico es la confusión que producen las denominaciones “light” y “diet”. Debemos aprender que las palabras diet o dietético implican una modificación de la composición química del producto, que puede hacer referencia por ejemplo a una menor presencia de sal, pero esto no significa que sea bajo en calorías. En cambio, cuando un producto es light sí quiere decir que tiene un 30% menos de calorías que el producto original o un 50% menos de grasa.
Por lo tanto, más allá de la extrema precaución que hay que tener si alguien posee colesterol elevado, hipertensión arterial, irregularidades cardíacas, obesidad, diabetes, etc., para Ravenna, la importancia de saber leer las etiquetas nutricionales radica también en hacer valer nuestros derechos como consumidores, para poder elegir los alimentos más saludables sin miedos.
Fuente: http://saludable.infobae.com