No es más feliz el que más tiene ya que conseguir este estado de ánimo depende en un 40 por ciento de uno mismo, mientras que el dinero, y otros bienes materiales, no aportan más del 10 por ciento. Lo que resta es producto mayoritariamente de los genes, el sistema nervioso e, incluso, la educación. Así lo explica , el psicólogo Carmelo Vázquez, presidente de la Sociedad Española de Psicología Positiva (SEPP), que participa hasta el próximo sábado en el I Congreso Nacional de Psicología Positiva que se está celebrando en El Escorial.
En cualquier caso no hay que perder la esperanza, ya que aunque es innata, la felicidad se puede aprender, “aunque con limitaciones ya que hay un límite probablemente fijado por los genes“, explica el doctor
Disfrutar un café, oler las flores, mirar la luna, la sonrisa de un niño, contribuyen a sentirse uno más feliz, por eso, recuerda, “a pesar de las dificultades que haya, no se puede eliminar el capital de emociones positivas que nos acompañan día a día“.
La felicidad no se puede imponer, por ello este experto da consejos para llegar a ella: ser una persona activa; estar conectado con la realidad del mundo y con la gente que te rodea; tener los ojos abiertos para no perderse las cosas buenas de alrededor; y, por último, ofrecerse a los demás.
La felicidad y la infelicidad se contagian, entre familiares, vecinos, amigos, “es como una semilla”, tiene que ver con el aprendizaje, la comunicación o la alegría. Del mismo modo la depresión también se aprende, se adquiere de las personas de alrededor a través de imitación.
La felicidad en la población española
A la hora de valorar la situación de la población española, en opinión de Vázquez, claramente está deprimida. Y, advierte, que “la información negativa que en los últimos años se está dando en los medios de comunicación puede comprometer el futuro, ya que tiñe de negativo todo lo que hay alrededor“.
Los más felices son los niños, en España y en gran parte del mundo. Aunque, en el caso concreto de España, se encuentran entre los más felices del mundo según estudios de UNICEF, sin embargo la situación de los adultos es diferente, ya que los indicadores sitúan a la población en el medio de la tabla.
En su opinión, puede tener mucho que ver con la sensación de desprotección de la sociedad actual. “Una desprotección que no viene de la familia, sino que no nos sentimos cuidados por las instituciones, el entorno, las empresas en las que trabajamos”. Y, en este sentido, afirma que quizá se deberían desarrollar acciones y actividades desde los Gobiernos encaminadas a aumentar la sensación de protección entre la población. Y, en este punto, es indispensable “sentirse valorado, reconocido y bien pagado”, añade Vázquez. Fuente