El estudio del humilde erizo de mar ha permitido a un equipo de científicos británico diseñar un método que puede revolucionar los esfuerzos por reducir el dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, principal causante del cambio climático.
Los expertos de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) descubrieron que los erizos de mar utilizan níquel para aprovechar el CO2 del mar y fabricar su caparazón calcáreo, según afirman en un estudio publicado hoy en la revista Catalysis Science & Technology.
La física Lidija Siller señaló que el hallazgo se hizo “totalmente por casualidad” y les llevó a añadir diminutas partículas de níquel a una solución de agua con CO2 y vieron cómo el dióxido de carbono desaparecía completamente.
En presencia de un catalizador de níquel, el CO2 se convierte en carbonato de calcio o de magnesio, un mineral inocuo presente en la corteza terrestre y que se utiliza en el sector de la construcción para fabricar cemento y otros materiales y en los hospitales para hacer escayolas, según el estudio.
El carbonato de calcio es el principal componente de la tiza y de los caparazones de muchos organismos marinos.
El método ideado por los expertos británicos consiste en hacer que el CO2 liberado a la atmósfera por las industrias pase directamente de la chimenea de la fábrica a una columna de agua rica en nanopartículas de níquel y en recuperar posteriormente el carbonato de calcio sólido que se depositaría en el fondo.
“Este proceso no funcionaría en todos los casos ya que no podría adaptarse al tubo de escape de un automóvil, pero es una solución efectiva y barata que podría estar disponible a nivel mundial para algunas de nuestras industrias más contaminantes y tener un impacto significativo en la reducción del CO2 en la atmósfera”, según Siller.
En la actualidad, las propuestas para deshacerse del CO2 consisten en capturarlo e inyectarlo bajo tierra en formaciones rocosas, algo que plantea el peligro de que se produzcan escapes.
La alternativa es convertir el CO2 en carbonato de calcio o de magnesio, lo que ya puede hacerse empleando una enzima de anhidrasa carbónica, que es inactiva en medios ácidos y efectiva durante poco tiempo, por lo que es un sistema mil veces más caro que el níquel, según el autor principal del estudio, el estudiante de doctorado en ingeniería química Gaurav Bhaduri.
“La belleza de un catalizador de níquel es que sigue funcionando independientemente del pH y gracias a sus propiedades magnéticas puede ser recuperado y utilizado una y otra vez”, además de que el producto derivado -el carbonato- es útil e inocuo para el medio ambiente, señaló. EFE