¿Quién no se ha maravillado con un paisaje sublime o una mujer con facciones «perfectas»? ¿Qué es la belleza? Para los filósofos se relaciona con aquello que causa agrado al ser contemplado, el gusto, el bien e incluso la verdad; no se define, se reconoce. Es relativa, pero para algunos existen parámetros que se relacionan con la simetría del rostro y cuerpo.
Querámoslo o no, a las mujeres se nos asocia con la belleza y el atractivo sexual, tal como a los hombres con la fuerza y el poder. Casi nos moldearon para que al ser o considerarnos bellas generásemos una sensación de confianza, de sentirnos valoradas con simples frases que son flores para nuestro ego, del tipo «estás más delgada» o «te queda increíble ese pantalón». Entonces continuamos embelleciéndonos con indumentaria, tatuajes, maquillaje, cremas y más cremas, hasta el grado de angustiarnos por tanta presión.
Basta analizar el mercado. El Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca realizó un estudio para nuestra revista el año pasado. En término globales se obtuvo que las mujeres en lo que más gastamos durante el mes es en artículos para nosotras mismas (69,2%) y, en segundo lugar, en cosas para la casa tales como elementos de decoración, arreglos varios, jardinería, etc. (42,0%). En tanto el menor gasto es para tecnología personal (PC, celular, IPod, etcétera), con 3,2% de las respuestas.
Son las más jóvenes las que desembolsan en ropa y, a medida que aumenta la edad –si bien la moda sigue liderando el primer lugar– aumenta también la compra de productos de belleza personal, tales como cremas, peluquería, maquillaje y perfumes. Al cruzar la pregunta de acuerdo al estado civil, se puede observar que el gasto prioritario para las solteras es ropa, seguido de la diversión. En cambio para las casadas y separadas, si bien el gasto prioritario continúa siendo la ropa, aumenta en cosas para la casa y en ropa y/o zapatos para hijos y esposo.
El mismo estudio concluyó que cuando nos endeudamos en ítems para nosotras mismas, 65,6% nos sentimos felices, pero después el arrepentimiento y el temor al compromiso de la deuda aumenta. Ahora, cuando nos endeudamos en ropa o zapatos para los hijos o para el esposo o pareja, el sentimiento de felicidad por la adquisición es mayor que el que experimentamos cuando nos endeudamos para nosotras mismas o para la casa. Y asimismo, disminuye el temor a la deuda, la culpa y el arrepentimiento.
Nuestros límites
Este culto a la belleza corporal ha traído graves consecuencias. ¿Las más graves en nuestra sociedad? Trastornos alimenticios como la anorexia, la bulimia, ansiedad o problemas sicológicos graves. Cristián Bahamondes, sicólogo de la Unidad de Adolescencia de Clínica Santa María, explica que efectivamente estos cuadros clínicos han aumentado en Chile. Se puede atribuir a varias y diversas razones, pero no hay que dejar de lado que se relacionen con antecedentes de la infancia.
«Por lo general se hace evidente según una serie de síntomas. En la adolescencia, principalmente, aunque puede aparecer en la niñez anorexia y bulimia. Es en esta etapa (adolescencia) donde ocurren una serie de cambios que gatillan un trastorno alimenticio y que ubica la dependencia como el eje del cuadro clínico, ya que tiene que ver con la privación de ingesta de alimento según el control o el descontrol que genera la psicopatología. Control en el caso de la anorexia y descontrol en la bulimia, ya que en este último, se presentan atracones (ingesta excesiva de alimento) para después arrepentirse y utilizar las purgas (inducirse el vómito) para expulsar el alimento», explica.
No debería existir, según lo anteriormente mencionado, un estrato social que predomine, pero el experto cree que frente a las variables extra familiares de la post-modernidad, se tendería a pensar que la clase media y alta pueden ser más propensas, porque existen ideales que pueden aumentar este tipo de psicopatologías en las adolescentes.
¿La presión social, que hace creer que entre más delgadas y lindas son más queridas, es la mayor causa para estos trastornos? «Esto tiene raíces en el contexto socio-familiar, lo que provenga de nuestra sociedad actual es fruto de la globalización y una sociedad de consumo donde la belleza es éxito para muchas, en todo sentido. Ser mujer, exitosa y bella; ser buena madre y bella, y a su vez, atractiva para su marido; ser bella y sentirse deseada como indicador de éxito al rivalizar con otras mujeres, etcétera. Los medios de comunicación se han encargado de que este prototipo se estructure en el tiempo como una constante que presiona hacia la construcción de ideales en algunas mujeres», analiza el sicólogo.
En este sentido, nosotras debemos cumplir varios roles que nos ubican en un lugar que tiene relación con la posición del hombre en la sociedad, dejando de lado las desigualdades de género y competir de igual a igual. Esto puede generar serias patologías como estrés, depresión y los trastornos alimenticios. Muchas se preguntan si es posible curarse totalmente y lograr entender la belleza desde otro punto de vista. Para el especialista de Clínica Santa María es posible que se logre vivir sobrellevando estas dificultades, mientras se realice un tratamiento que apunte a las dinámicas que estructuraron y que posteriormente fueron gatilladas por eventos específicos en su historia.
Entender la belleza desde otra manera o punto de vista sería complejo, ya que este tipo de belleza es desde la mirada del otro, es decir, está puesta afuera. «Es por eso que la mirada en el espejo es distorsionada, porque es como si se mirara desde afuera, sintiendo que ese no es su cuerpo, y lo rechaza como algo ajeno y feo. Esto es algo que se trabaja en el tratamiento que, por sobre todo, no es el eje de la cura, sino que es algo que tiene que nacer según la evolución del paciente», especifica el sicólogo Bahamondes.
Lo que se necesita para recuperarse tiene relación con el equipo de profesionales, y la fundamental presencia de la familia para salir adelante. Se deben tolerar muchas cosas, así que se vuelve importante que todos trabajen en conjunto, para contener.
Efecto publicidad
Conocemos ese discurso que apunta a que la publicidad en la televisión, revistas y calles nos incita a consumir lo que no necesitamos, porque nos crea esa necesidad o entrega una imagen de belleza inalcanzable o, de plano falsa (aquí entra el Photoshop excesivo). Es cierto. Los expertos convergen en que los seres humanos estamos condicionamos por factores externos, así que seríamos un poco vulnerables mentalmente, afectándonos fuertemente este esquema que incita a comprar, y que a veces ni cuestionamos.
¿Cómo influye la publicidad de productos de belleza en las mujeres? «Basándose en una falsa belleza, provoca una gran inseguridad y presión cultural en las mujeres. El verse bien es la peor parte de ser mujer. A estas alturas ya es un problema de salud global sobre el cual ya varios países están legislando sobre el tema», comenta Pablo «Sativa» Castro, director general creativo de la agencia de publicidad Mayo Draftfcb.
Claro que también asume que la publicidad ha cambiado su enfoque en los últimos años, pasando de lo artificial a lo más natural, que se puede relacionar con la preocupación por el medioambiente y lo verdaderamente importante. «Rescato el trabajo de una marca en particular que va a contracorriente. Resalta la belleza natural y empodera a las mujeres a sentirse bien con ellas mismas. En un mundo utópico, si gran parte de los medios de comunicación, los programas de TV, las revistas e incluso los monitos animados se alinearan a este tipo de comunicación, le haríamos un gran favor a las niñas, quienes ya a los siete años quieren bajar de peso para parecerse a las Barbies», sostiene.
Carolina Carrera Ferrer, presidenta de Corporación Humanas, cree que culturalmente estamos prisioneras de un estereotipo que se construye sobre la belleza, el cuál apela a aspectos físicos ligados a modelos hegemónicos que se vehiculizan a través del mercado y de los medios de comunicación, donde el cuerpo de las mujeres es usado como objeto decorativo. «El concepto de belleza en si no es malo; por el contrario, debiese ser un concepto liberador, toda vez que hace alusión a los sentidos humanos, a una idea de existencia armónica, ya que se relaciona con muchos aspectos de la vida humana».
Además, nos cuenta que en el libro «El mito de la belleza», de Naomi Woof, la belleza sería un ideal imposible de alcanzar que nos mantiene en la inseguridad constante respecto a nuestro cuerpo y apariencia, lo que baja nuestra autoestima en general y nos impide empoderarnos como sujeto en otros ámbitos, especialmente en el político. «La cirugía plástica es la especialidad médica que mayor auge ha ganado en los últimos años; en sus casos más extremos estas cirugías no son muy distintas a las mutilaciones que se ejercen sobre el cuerpo de las mujeres en otras culturas, basadas en costumbres ancentrales», teoriza la líder feminista.
Es muy relevante, porque este modelo de belleza único e imposible de alcanzar mantiene estereotipos y prejuicios sobre cómo debe ser una mujer, los cuales están en la base de la discriminación en base al género y de las diferentes formas de violencia que de allí se desprenden. ¿Nos mantiene dormidas? «Aunque la belleza aparece como uno más de los mecanismos de control hacia las mujeres, ellas a su vez cada vez más han ido ocupando espacios como sujetas de derechos, que les permiten avanzar en sus autonomías y cuestionar estos estereotipos y los roles que llevan asociados, así como las consecuencias que esto trae para la vida y la salud», agrega Carolina.
Por otro lado, asegura que han visto cómo cada vez hay más denuncias contra la publicidad sexista y el uso indiscriminado que hace el mercado del cuerpo, así como en la política, y da el ejemplo del candidato independiente y actual concejal de Yerbas Buenas, Fernando Astete, quien tiene un afiche en donde exhibe el cuerpo semidesnudo de una mujer, con una evidente connotación sexual, para llamar a votar a su electorado.
Pero la reacción no se hizo esperar en las redes sociales. «Las mujeres no estamos dormidas, y el Estado tiene una responsabilidad de erradicar todo tipo de prejuicios y estereotipos, por lo que debe regular la publicidad sexista y todo de mensaje público que tienda a menoscabar el estatus de las mujeres», concluye.
Desde un punto de vista más espiritual, las líderes de agrupaciones que buscan el despertar del espíritu femenino también reconocen la importancia de dejar atrás ciertos parámetros de belleza, porque nuestro poder va más allá, y es nuestro deber redescubrirlo y comprenderlo profundamente. Teorizan con que la sociedad –querámoslo o no– nos niega desde que catalogan –y catalogamos– a la menstruación como negativa. Aunque suene llamativo, afectaría todo lo que somos, nos desordenaría nuestra psique y una de nuestras grandes capacidades: la intuición. ¿Por qué? En ese periodo entramos en estados más espirituales, ideales para conectarnos con nuestro guía interno (como quieras llamarlo) o meditar.
Lo anterior se junta con nuestro afán de adquirir características masculinas, porque son más aceptadas, respetadas, más fuertes, menos sensibles, entonces terminamos desconociéndonos, y perdiendo nuestro poder. «Siguen siendo muchas las mujeres que desean encajar en la estructura del mundo moderno y que para ello sacrifican su salud, sus relaciones y su sensibilidad con el objetivo de ser aceptadas, conseguir espacio y no parecer débiles, asumiendo así características muy masculinizadas. Debido a ese esfuerzo muchas también terminan desconociéndose y detestando ser mujeres», escribe Sanahí Ina Tahani, creadora de «Aflora Mujer» (www.afloramujer.cl), en un artículo para la Revista Somos. Y nos hace reflexionar sobre una paradoja: las situaciones que alimentan una alegría artificial nos desconectan cada vez más de la libertad que añoramos.
Fuente: http://revistamujeres.cl