“Para nosotros la situación es gravísima, porque la iniciación de los chicos en el alcohol y en la conducción que detectamos a partir del año 2000 cuando comenzamos los controles de alcoholemia con la Municipalidad de Santiago del Estero, se agravó considerablemente”.
Y esto “se nota no solamente en la accidentología vial, sino también en las grescas a la salida de los boliches, en los heridos de armas blancas, y las agresiones que sufren las mujeres y sus hijos a mano de sus parejas varones”.
Graciela Gramajo, presidenta de la Asociación Civil “Martín Gramajo”, describe con palabras contundentes la terrible actualidad de la juventud santiagueña, que ha hecho del alcoholismo su estilo de vida, o lo que también cabría, su forma de muerte.
De aquellos controles de alcoholemia de cuando empezaba el nuevo milenio, Gramajo recuerda que “la mayoría de los alcoholizados eran chicas mujeres; después se agravó porque los varones llegaron a igualarlas; y finalmente se agravó cuando se empezaron a conocer las agresiones de los hombres a sus mujeres”, lo que podría revelar que aquellos jóvenes alcoholizados que conducían motocicletas totalmente ebrios hace 10 o 12 años pueden ser los mismos que hoy, ya adultos y casados o conviviendo con sus parejas, sean los alcohólicos golpeadores de sus propias mujeres e hijos en la actualidad.
Siguiendo el mismo razonamiento, no sería descabellado esperar que los actuales adolescentes y jóvenes atrapados en el alcoholismo, si no mueren en un siniestro de tránsito, puedan llegar a convertirse en los golpeadores de mañana.
Gramajo también se declaró totalmente alarmada porque “las chicas de hoy tienen una conducta sin reservas” y no se dan cuenta de que “los hombres ya no las ven como las niñas que son, adolescentes de 12 o 13 años, porque su conducta ya no evidencia la inocencia o el recato propios de esa edad”, lo que demuestra que los chicos de hoy “queman etapas” y desde muy temprana edad “ya no creen en Papá Noel ni en los Reyes Magos, como en nuestra época”.
Sin permisos ni ataduras
Haciendo una descripción somera de la conducta de la juventud actual, Gramajo señaló: “Los adolescentes ya no piden permiso para salir o para tomar, porque además sus padres adoptan la actitud de ser ‘amigos’ de sus hijos y no evidencian autoridad sobre ellos, o son padres ausentes, con un vacío de responsabilidad que lamentablemente no está penalizado”, pero que debería estarlo en los casos en los que son los mismos padres quienes les proveen a los jóvenes el dinero para la compra de bebidas alcohólicas y les facilitan los vehículos para que conduzcan luego alcoholizados.
Cada vez más chicos
Consultada sobre las edades en que los adolescentes se inician en estos flagelos, Gramajo dijo que en un creciente número de casos comienzan a beber antes de la adolescencia, incluso sin haber llegado aún en la pubertad, es decir a los 9 o 10 años, y denunció severamente que esta práctica hasta cuente con el beneplácito de los padres.
En cuanto a conducir vehículos, estableció entre los 12 y los 13 años la edad en que los adolescentes santiagueños se sientan frente a un volante o conducen un motovehículo, hecho harto visible en cualquier secundario, donde un gran números de alumnos llega en las motos de baja cilindrada, aun cuando “estos chicos no están maduros para una conducción responsable”.
Y quizás la estadística más escandalosa sea la que revela que hay una tendencia en aumento de jovencitas que “se embarazan con la primera menstruación, es decir, apenas están en condiciones de concebir, lo que abre también la puerta a pensar que sus relaciones sexuales empezaron antes de esta etapa”.
Al respecto Gramajo volvió a cargar contra los padres en este caso también, porque según estudios de campo que realizan, determinaron que en la mayoría de estos casos, las casi niñas se embarazan “de sus noviecitos (que luego desaparecen porque ninguno se quiere ni puede hacerse cargo), con conocimiento de sus madres”, ya que se lo vive con una naturalidad y una resignación preocupantes.
Según un informe del diario La Nación: “Un estudio de la investigadora Juliana Marcús publicada en la Revista argentina de sociología, analizó a las jóvenes y adolescentes de barrios populares del conurbano bonaerense y zonas deprimidas del interior del país y encontró que las pocas posibilidades de realización laboral y la expulsión temprana del circuito educativo impone a la maternidad como la única vía de afirmación y realización personal. ‘Muchas veces los embarazos no son planificados ni buscados por estas jóvenes mujeres y la maternidad es una aceptación resignada del destino inherente al ser mujer’, señala”.
Fuente: http://www.elliberal.com.ar