La respuesta inmediata es sí. Por algo, cuando se larga la tormenta, corrés hacia el refugio más cercano -un balcón, un café, el auto. Pero a los físicos nos gusta repensar las cosas, y preguntarnos si la reacción natural es la correcta, o la más eficiente. O la más “racional” como le gusta decir a los economistas. Por eso no es de extrañarse que haya varios trabajos publicados en el tema. Uno es de David E. Bell, de Harvard, publicado en la revista Mathematical Gazette, en 1976 y otro de S. Stern, de Texas, publicado en el American Journal of Physics. Y, detalles más detalles menos, te conviene correr.
La primera estrategia de análisis es mirar al problema en una situación que, por un lado, es análoga (pero distinta) y, por otro, extrema. Por ejemplo, imaginate que pasás por debajo de la ducha de la pileta del club. Es evidente que te mojás menos si pasás corriendo, a que si te quedás toda la tarde debajo del chorro. Entonces extrapolo al primer resultado: si la lluvia es vertical (como la de la ducha de la pileta) te conviene correr.
Ahora vamos a la situación extrema (e irrealista por supuesto): si corrés a velocidad infinita, siempre te vas a chocar de frente (tu cara, tu pecho, la parte de adelante de las piernas) con las gotas del agua que están cayendo de la ducha. O sea que, en la situación de lluvia vertical, la diferencia está en la lluvia que te cae (verticalmente) sobre la cabeza. En las superficies verticales del cuerpo te mojás lo mismo, corras o no corras. Resumiendo: con lluvia vertical te conviene estar expuesto el menor tiempo posible, te conviene correr y no caminar al refugio.
¿Y si la lluvia -como en la mayoría de los casos- no es vertical? Aquí la cosa se complica un poco, pero no tanto. Como la lluvia cae en ángulo, hay un caudal de agua vertical (eso es igual que antes) y, además un caudal de agua en el sentido horizontal. Si corrés en contra del viento es como si aumentaras el caudal horizontal de modo que las partes verticales del cuerpo se mojan más. Ahora, si tenés el viento de espaldas en realidad te conviene correr a la velocidad horizontal del viento, de ese modo minimizás el caudal de agua que te pega en la espalda y es como si estuvieras corriendo debajo de una gran ducha vertical. Resumiendo: con lluvia por detrás, correr, pero bajá la velocidad cuando empieces a sentir el viento en la cara (ahí estás corriendo más rápido que el viento que viene detrás).
La otra, por supuesto, es conseguirse un buen paraguas, o directamente no salir.
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