Es un clásico: en este mes se cosecha lo sembrado en el verano. Algunas claves para afrontar los conflictos que se plantean en las vidas de las familias clásicas o las parejas ensambladas.
No hay que alarmarse, pero -a veces- marzo es un territorio de crisis. Cinco pisos por ascensor alcanzan para borrar la playa y el mar y la cara del jefe, a las 9 de la mañana, enfría hasta el agua para el mate. Las vacaciones pasaron y volver a la rutina puede ser una fuente de conflictos para la pareja, la familia tipo o la familia ensamblada.
El trabajo, las clases de los chicos, los horarios. De acuerdo a cómo afrontemos este combo, habrá de irnos en el resto del año. Daniel Rosales, psicólogo y director de la Escuela Latinoamericana de Coaching advierte que cuestiones tontas como los horarios pueden desatar guerras: “No todos vuelven al mismo tiempo a sus obligaciones. Los chicos siguen al ritmo de las vacaciones, se despiertan tarde y desatienden las tareas que tienen asignadas en la casa. Se hace necesario renegociar lo cotidiano”.
Los porrazos de las ilusiones
Pasar un tiempo juntos suena lindo, pero puede defraudar. “En las parejas que no conviven, las primeras vacaciones son una prueba de fuego. Pueden terminar en una separación o en una convivencia”, dice Laura Orsi, de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autora del libro Psicoanálisis y Sociedad.
Lo concreto es que lo que pasó, pasó, y hay que encarar el presente. Pero para eso es necesario entender la mecánica del “detonante”. Enfrentar ese presente entendiendo cómo se desembocó en él, debido a que mecanismos.
Una salida o un fin de semana en plan de pareja no es como una quincena full time. “Por eso, al regreso de esas experiencias necesitamos saber incorporar lo que aprendimos del otro a la relación, nos guste o no tanto”, señala Orsi. ¿Hay un fórmula previa para evitar estas desilusiones? Claro: “Bajar el nivel de expectativas”. Pero, tarde piaste: ya estamos en marzo. ¿Entonces?
“Hacía dos años que no salíamos de vacaciones. Era el viaje soñado y comencé a organizarlo seis meses antes. Al final, terminamos peleando más que en Buenos Aires. Ahora que volvimos nos seguimos recriminando las cosas por las que discutíamos en Brasil”, cuenta Miriam Radice, diseñadora (36). Marian Durao, especialista en terapia cognitiva del Grupo Arcis, apunta: “Es que hay conflictos que se acrecientan justamente cuando las parejas tienen más tiempo para estar a solas”.
Durao identifica a marzo como el mes en el que aparecen las consultas por lo que desataron las vacaciones. “Fundamentalmente, dificultades en la comunicación, desacuerdos que se suponen irreconciliables, falta de interés y deseo. Todo al revés de las expectativas”. Rosales coincide: “hay una sensación de insatisfacción, de rutina y mucho desencuentro sexual. Cosas que se supone que las vacaciones curan, pero al final terminan potenciando”.
Mal de muchos consuelo de tontos. Pero para aplacar ansiedades, vale comprender que esto pasa y forma parte de una cierta “normalidad”. No estamos graves ni al borde de ninguna cornisa. Funcionamos así. Y las mujeres un poquito más.
Nosotras somos las que más lo sufrimos o al menos las que lo hacemos más público. “Ponemos mucha expectativa en las vacaciones, nos ilusionamos y sufrimos con igual intensidad los problemas familiares, sobre todo si hay hijos”, agrega Orsi.
En enero Laura Mancovi (45), arquitecta, se tomó sus primeras vacaciones “en familia” con sus tres hijos y las dos hijas de Ricardo, su pareja. “Tuvimos mil peleas, pero eso mismo nos sirvió para conocernos mejor y ajustar aspectos de la convivencia en Buenos Aires”, cuenta.
Darse cuenta
“El vínculo entre papás e hijos tiene códigos y tradiciones propias, además de una historia más antigua que no incluye a la actual pareja. La disciplina y el manejo del dinero pueden no ser las mismas entre las partes de una familia ensamblada y en las vacaciones aparecen esas diferencias”, explica Durao. Eso se puede capitalizar para abrir nuevos caminos. Muchas “explosiones” de los chicos en el verano dan cuenta de miedos y demanadas que tienen durante todo el año. Esa bueno darse cuenta de eso.
Dejar al chiquito en la guardería al retomar el trabajo es, para las madres, otra causa de angustia ya que ellas deben volver al trabajo. Chocar con la realidad duele y hay que elaborar este desprendimiento “Esto genera angustia y tristeza”, dice Durao.
En las vacaciones todos tendemos a relajarnos y a mostrar nuestra mejor cara. Llega marzo y las tensiones de la rutina nos crispan, nos ponemos “malhumorados, poco románticos y cansados”. Hay que tener conciencia de esto. Estar atentos.
Los especialistas recomiendan encontrar un punto medio entre el relax del verano y el pulso cotidiano. Muy pocos pueden volver, largar todo y ponerse un bar en la playa. “Pero sí podemos intentar una sonrisa entre tantas obligaciones o plantearnos, con serenidad, hacia dónde vamos”, agrega Orsi.
Lo que no funcionó en el verano, probablemente colapse en el otoño. Lo que fue bueno puede impulsarnos a dar un volantazo. Lo importante es saber como actúa esta marea y no dejarse sorprender, no perder tiempo. En diciembre nos preparamos para el verano, en marzo, debemos prepararnos para el año y, si es necesario, tomar decisiones.
Fuente: http://www.entremujeres.com