Las experiencias y la edad nos enseñan que el chantaje emocional está en todas partes, su uso es tan generalizado que hasta parece «normal». Uno lo utiliza incluso sin darse cuenta, porque así nos educaron. En un ejercicio de poder, recurrimos a la culpa o a la amenaza para obtener algo a cambio. Tanto no nos damos cuenta que llegamos a construir relaciones basadas en la manipulación.
La psicóloga Susan Forward, autora de varios libros sobre manipulación y misoginia, explica que «el chantaje emocional es una forma muy poderosa de manipulación en la que uno se ve amenazado, directa o indirectamente, y teme ser castigado si no hace lo que el otro quiere». Forward señala que un manipulador tiene la habilidad de envolvernos en una especie de neblina que nos impide ver el mecanismo de poder, pero que esa neblina puede disolverse si tomamos consciencia.
Cómo reconocerlos
Según Forward, existen cuatro tipos de manipulador: el que amenaza y castiga: «si no haces esto, me marcho», el que se flagela: «si no haces lo otro, me suicido», el que victimiza: «si no haces esto, es porque eres ingrato», y el que promete: «si haces lo que te digo, te daré un regalo».
El manipulador que amenaza siembra en el espíritu de su víctima el miedo, el temor al abandono, al rechazo, al dolor. El que se flagela, apela directamente a la culpa, responsabiliza al otro de lo que pueda ocurrirle. El que victimiza, juega con la imagen ideal del otro, toma un solo acto para juzgarlo por entero y lo reduce a una apreciación negativa. Y el que promete, juega con el principio de reciprocidad.
El que promete es quizás el más común de todos. Funciona así: A le da algo a B (reconocimiento, bienestar material, legitimación, incluso amor). Pasado un tiempo, A utiliza esa acción a su favor y hace sentir a B que está en deuda: «como yo te di esto, tengo el derecho de exigir algo a cambio». El problema de fondo no es la reciprocidad, sino la forma de pago. Cuando hay chantaje, A no está dispuesto a recibir lo que B quiera darle, A desea una acción o un objeto en específico, algo que generalmente B no desea hacer.
En general, el manipulador rara vez expresa claramente su deseo (la neblina de la que habla Forward), y ante la confusión, uno se siente impotente, trata de avanzar pero no hace más que tropezar. El manipulador pareciera decir: «no pido nada, puedo arreglármelas solo, aunque espero que los demás adivinen cuando necesito ayuda. Pero como no lo hacen, son egoístas, injustos, ingratos».
Es difícil reaccionar ante un manipulador porque usa creencias familiares o sociales para hacer sentir al otro que está en falta, que tiene una culpa, que lo que hace no es suficiente. Por ejemplo, la idea de que los hijos siempre están en deuda con sus padres porque ellos le dieron la vida y se sacrificaron por ellos. También lo vemos en refranes como «los amigos se conocen en la desgracia». Pero si uno quiere ser realmente libre, salir del círculo vicioso de la culpa o el miedo, debe aprender a identificar cómo funciona el chantaje para hacerle frente.
Desactivar el mecanismo
Uno no se da cuenta de los juegos de manipulación porque todo el tiempo están ahí, en la televisión, en la publicidad, en el trabajo, en la casa. Sin embargo, de acuerdo con un artículo publicado en la revista psychologies.com, uno puede desactivar el mecanismo:
1) Examen de conciencia. Hay que cuestionar la imagen que el otro pretende asignarnos. Pregúntate: ¿en realidad soy egoísta, ingrato, insuficiente, poco valioso? Seguramente hay situaciones en las que has dado mucho, en las que has invertido tiempo y afecto, pero quizás el otro esperaba otra cosa. Eso no te pone necesariamente en falta. Por ejemplo, en el caso de la pareja: ¿realmente soy el origen de su infelicidad o es algo que mi pareja proyecta en otras áreas de su vida? Usualmente, el manipulador borra los límites para poder colocar sus necesidades por encima de los demás y en cualquier ámbito. La pregunta es: ¿cómo responder a su necesidad sin vulnerarme a mí mismo? Establece tus límites, evalúa qué estas dispuesto a hacer, qué parte de tu proyecto de vida no es negociable. Y toma una decisión.
2) Una vez que has establecido tus límites, viene la hora de la verdad. ¿Cómo afrontar la manipulación? Hay dos formas:
a. Contramanipulación: lo primero que hay que hacer es dejar de justificarse, porque eso nos vulnera más, nos coloca en el lugar del que tiene que rendir cuentas al patrón. La psicóloga Isabelle Nazare-Aga recomienda simular indiferencia, incluso si uno se siente realmente cuestionado al interior. Enseguida hay que devolver el reproche haciéndole ver al manipulador que su queja viene de sus propias creencias. Se pueden usar frases como: «yo tengo la conciencia tranquila», «no todo el mundo piensa como tú», «esa es tu opinión», «no pienso lo mismo», «cada quien sus gustos», «sí, esta es mi manera de hacer las cosas». El objetivo es protegerse, desarmar el ataque, no reaccionar a las provocaciones del manipulador.
b. Confrontación: se trata de mostrarle al manipulador que él es el único responsable de sí mismo. Todo reproche es una demanda indirecta, por eso hay que pedirle al otro que exprese su necesidad de manera frontal. Por ejemplo, en vez de que ella diga: «te vas a jugar futbol y me dejas aquí sola, con los niños», puede optar por asumir su emoción: «cuando te diviertes sin mí, me siento abandonada». De ésta manera queda establecido un límite, y él puede tomar su parte en el conflicto: ¿es posible integrar mi pasión a mi relación de pareja, debo renunciar a algo? Y es que la realización de la pareja pasa por el bien común. Eso nos lleva necesariamente al terreno de las negociaciones. Pero cuando se manipula al otro, lo que ocurre es que se evade la negociación, probablemente porque no se tienen muy claros los límites o tal vez por el temor a mostrarse vulnerable.
El artículo de psychologies cierra con esta interesante reflexión: «Rechazar la manipulación es aceptar que se nos mire como «mala hija» o «esposo egoísta». Liberarse de la manipulación implica renunciar a esa imagen ideal que hemos construido para agradar a los demás. Pero sólo entonces podremos asumir nuestro propio valor. Es un trabajo de conciencia, uno se vuelve menos «amable» ante los ojos del manipulador, pero se libera de esa mirada controladora a cambio de la libertad de ser uno mismo».
Fuente: http://ar.mujer.yahoo.com