Un equipo internacional de científicos procedentes de Países Bajos, Italia y Estados Unidos ha descubierto que, cuando el encéfalo realiza la asociación entre contacto y emoción, esa asociación se inicia en la corteza somatosensorial primaria de este órgano. Hasta ahora en el ámbito de las neurociencias se creía que esta región respondía únicamente al contacto en sí, y no a su calidad emocional.
En la primera, contemplaban un vídeo de una mujer atractiva que se inclinaba para acariciarles; en la segunda, era un hombre quien realizaba esta acción. Los hombres examinados describieron la experiencia como placentera cuando la asociaron al contacto con la mujer, y desagradable cuando pensaron que procedía de un hombre. Estas afirmaciones coincidieron con la actividad medida en la corteza somatosensorial primaria de cada sujeto.
Aunque los sujetos lo desconocían, en realidad en todos los casos fue una mujer quien realizó el contacto. Y sin embargo, su sensación fue diferente dependiendo de si creían que el agente era un hombre o una mujer. Dicha corteza respondió con mayor intensidad ante el contacto considerado femenino, incluso cuando los individuos veían un vídeo en el que se mostraba a una persona que simplemente se acercaba a sus piernas.
El estudio fue llevado a cabo por investigadores del «Centro de imagen encefálica de Caltech» (Estados Unidos) en colaboración con la pareja, también en el plano personal, Christian Keysers y Valeria Gazzola, neurólogos visitantes de la Universidad de Groninga (Países Bajos).
El profesor Keysers recibió una beca de excelencia Marie Curie por valor de 1,34 millones de euros con la finalidad de ayudarle a establecer su propio equipo de investigación: el «Social Brain Lab» del Instituto de Neurociencias de los Países Bajos de la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos (NIN-KNAW).
Según el profesor Keysers: «En el encéfalo humano nada es genuinamente objetivo. Nuestra percepción viene determinada, de manera profunda y sistemática, por lo que sentimos ante las cosas que percibimos.»
Gazzola añadió: «De modo intuitivo, todos creemos que cuando alguien nos toca, primero percibimos objetivamente las propiedades físicas del contacto: su velocidad, su ternura, la aspereza de la piel. Creemos que sólo después, en una segunda instancia diferenciable y dependiendo de quién nos haya tocado, valoramos mejor o peor este contacto.»
Gazzolla concluyó que los hallazgos de su investigación muestran que esta visión dividida en dos fases es incorrecta por lo que se refiere a la separación entre dos regiones del encéfalo. Su estudio demuestra que nuestra creencia acerca de quién nos toca distorsiona incluso la representación, supuestamente objetiva, de cómo fue el contacto con la piel.
Fuente: http://www.laflecha.net/