Cuando tenía 12 años, a Adrián Velázquez se le apagó la luz: el taxi en el que viajaba junto a su madre y su abuela fue chocado por un auto, que había sido impulsado por un colectivo que había perdido el control. El accidente dejó como saldo cinco heridos, entre ellos Adrián, que sufrió un desprendimiento de retina que le causó la pérdida de más del 80 por ciento de su visión, y una lastimadura que haría que ese porcentaje crezca año tras año. Tres años después, y con dos operaciones fallidas en el medio, la pérdida fue total.
“Cuando recobré la memoria y supe que estaba en el hospital, mi familia me tenía siempre entre penumbras. O eso creía yo. En realidad, aunque tuviera luz mis ojos ya no podían ver. Cuando supe que iba a ser ciego para siempre fue un golpe muy duro, y más para un chico de mi edad”, recuerda Adrián, quien hoy tiene 40 años, y “25 de ciego”, como le gusta contabilizar. “Hoy estoy totalmente adaptado a esta realidad que vivo, y creo que en gran parte se dio por todos los cuidados y comprensión que recibí en los primeros años. Extraño ver los colores, una película o un partido de fútbol, y lo que más me gustaría poder conocer es la cara de mi hija Dolores, que tiene 5 años”, reflexiona.
Los padres de Adrián decidieron llevarlo al Centro de Cuidados Especiales que el doctor Juan Carlos Oyhanarte había creado en la ciudad de Lanús, dónde conoció a varios chicos que como él habían perdido la vista, y otros que nacieron sin visión. “Fundé el centro en 1973, motivado por una compañera de escuela de mi hija que había perdido un gran porcentaje de su visión. Me parecía terrible que los chicos con esa discapacidad no tuvieran un lugar donde los contuvieran o los motivaran a desarrollar sus otros sentidos. Lamentablemente, por problemas económicos, tuve que cerrar el Centro hace un par de años, pero todavía atiendo consultas particulares por estos asuntos”, se lamenta Oyhanarte.
En Argentina, la Primera Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad se realizó en los años 2002 y 2003, como complemento del Censo Nacional de Población que se llevó a cabo en 2001. De allí se conocieron los primeros (y hasta ahora únicos) datos sobre discapacidad en el país. De los datos arrojados se obtuvo que existen en Argentina más de dos millones de personas que sufren algún tipo de discapacidad, de las cuales más de 314 mil la padecen en el campo visual. Más del 92 por ciento de este número presentó dificultades visuales o pérdidas parciales, mientras que el porcentaje restante sufre de ceguera total.
En el Centro, Adrián se hizo amigo de Walter Mendoza, un chico de su edad que había nacido ciego, con el que aún comparten su amistad. “Como nos gusta decir a nosotros, burlándonos de nosotros mismos, y de las formas que hablan las personas que sí pueden ver, ‘nos vemos’ cada dos o tres semanas, nos juntamos a charlar, o a cenar en nuestras casas. Walter es un gran amigo que la ceguera me dio”. Walter nació con una pérdida visual del 99 por ciento, debido a una enfermedad congénita, que no tenía, ni tuvo después de su nacimiento, antecedentes en su familia. “Un caso particular, que siempre resultó un desafío para la medicina. Aún hoy no se pudo determinar qué fue lo que causó su discapacidad”, señala Oyhanarte.
Walter y Adrián compartieron muchas horas de juegos en su infancia, y encontraron uno en el otro un amigo ideal. “Nos hicimos muy amigos, muy cercanos”, recuerda Adrián. “Además éramos el complemento perfecto: como él ya había nacido ciego, estaba acostumbrado a un montón de cosas que para mí eran totalmente nuevas, entonces tenerlo al lado mío me ayudó mucho para adaptarme a mi nuevo modo de vida. Y a la vez, yo le podía contar a él cómo eran algunas cosas, o colores que él conocía pero nunca había podido ver. Fue una suerte para los dos poder encontrarnos el uno con el otro”.
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