Abrís el placard y no sabés qué ponerte. Es que una parte importante de tu guardarropa está compuesto por prendas que guardás sólo porque te emociona recordar lo que viviste con ella, o porque te lo regaló alguien muy querido o porque era tu prenda favorita hace diez años. ¿Te pasó esto alguna vez? O abrís ese armario lleno de cosas que año tras año guardás sin saber por qué, mientras te prometés que alguno de estos días vas a reacomodar todo y regalar lo que no usás, o romper esas cartas que -aunque estén casi amarillas- al leerlas te siguen angustiando como la primera vez…
Las mujeres, al ser más intuitivas y emotivas, vivimos con mayor intensidad cada situación. Esto hace que muchas veces nos quedemos enroscadas en un extenso dialogo interno y que nos sigamos angustiando. Quizás son cosas que nos pasaron hace días, meses o hasta años en nuestra vida “real”, pero para nuestra mente “emocional” parece que fue ayer o, al menos, así lo vivimos.
Sumergidas en este tumulto de sensaciones y sentimientos, muchas veces nos perdemos y quedamos pegadas al dolor, al conflicto, a la queja, a los miedos. Así, nos quedan dos caminos. Uno de ellos, es el de recordar lo que no pudo ser, fantasear con lo que no te animás a vivir, guardar las palabras que creés que no poder decir aunque te duela el alma no hacerlo. Y hacés de la vida un tu placard: guardás las cosas (te sirvan o no) justificándote y muy pocas veces te lo replanteás para cambiarlo. En este camino corrés el riesgo de formar parte del 4% de la población mundial que sufre de Trastorno por Acumulación (American Journal of Psychatry) que, justamente, tiene que ver con la acumulación desmedida de revistas, folletos, ropa, objetos, etc., que ocupan un espacio importante en la casa. La persona que padece este trastorno toma posesión de los objetos y les da un intenso valor afectivo que hace que, al intentar desprenderse de ellos, quede entrampada en la angustia, la ansiedad y el miedo que esto le produce.
El según camino es aprender a soltar. Si lográs hacerlo, no acumulás ni sentimientos, ni palabras, ni preocupaciones que terminan contaminando tus vínculos, tus proyectos y tu vida. Si decidís transitar por este caminado, estos tips pueden ayudarte:
* Tratá de pensar las situaciones conflictivas desde otra perspectiva, dale una mirada menos trágica, desdramatizala, a pesar de que sea complicada. Esto te permitirá conectarte con tus recursos, armar una estrategia e intentar vivenciar el conflicto como un aprendizaje.
* Escribí un listado con las cosas más importantes para vos. Esto te ayuda a delimitar tu camino, saber hacia adónde querés ir. Es una buena fuente de automotivación, te permite transitar el camino y disfrutar más allá de los resultados.
* Intentá delegar. Es cierto nadie puede hacer las cosas como vos porque cada uno tiene su estilo, su tiempo. Ni mejor ni peor, simplemente, diferente. ¿Alguna vez pensaste de las cosas que te estás perdiendo por estar siempre en todo?
* Aceptá tus emociones negativas con la misma naturalidad que vivís las positivas. Así como ellas te hacen disfrutar de buenos momentos, te permiten relajarte y dejan buenos recuerdos. El aprender a detectar y manejar las emociones negativas (y no elegir perderte en ellas) te permitirá conocerte, sentirte con más confianza, para poder así resolver el conflicto que produjo esa emoción o sobrellevarlo con más calma.
* Aprendé nuevas herramientas para modificar las emociones que sentís que limitan tu vida. Por ejemplo, si sentís que es la ira o el enojo, hacé una lista con las situaciones que te producen este sentimiento, indagá más sobre esta emoción (cuándo te produce descontrol, cuándo es una simple molestia). Imaginate las situaciones que despiertan tu ira (o hacé el ejercicio con la emoción que elijas) y tratá de detectar en qué momento pasás de sentir una molestia a un sentimiento fuerte que te desborda. Detectá algún síntoma físico, cosquilleo, sensación de calor interno, sudoración o dolor de estómago que te sirva de límite. Enfocá tu atención en los sentimientos que te despiertan las palabras que te dicen, por ejemplo, desvalorización, burla, desconfianza. Detectarlas te ayudará a correrte de la situación en ese momento, ya sea aclarando lo que sentís frente a esas palabras o saliendo físicamente del lugar. De una u otra forma, el marcar el límite puede ayudarte a evitar el sentimiento negativo que muchas tiene que ver con una manera de defenderte, como cuando te sentís invadida, asustada o con miedo.
* Creá el hábito de tomarte al menos 15 minutos por día para relajarte, con una música suave. Con los ojos cerrados, creá en tu mente una imagen que te de paz, sabiendo que en cualquier momento del día que te sientas complicada, tenés en un rincón de tu mente un espacio creado por vos, donde podés encontrar la serenidad que buscás.
* Tratá de empezar a ejercer tu derecho de decir “no”, a pedir lo que necesitás en las situaciones que creas que son menos comprometidas. Así como vos sentís que lo hacen los demás y lo ves natural, también lo es para vos. Eso te va a permitir vivir con menos culpa, menos exigencia con más libertad.
Soltá lo que no pudo ser, lo que no dijiste. Lo que no te animás es a jugarte por vos, remplazar los pensamientos exageradamente negativos por uno más realista que te permita arriesgarte aunque no todo salga bien. Es aprender a disfrutar de las pequeñas cosas a lo grande.
Comparto plenamente la frase de William Jennings: “El destino no es cuestión de casualidad sino de elecciones. No es algo que haya que esperar, sino algo que hay que salir a buscar”.
¿Qué estás dispuesta a soltar para vivir lo que hace tanto esperás?
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