Bajar de peso entrenando la mente

Bajar de peso entrenando la mente

 

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Bridget Praytor lo había probado casi todo para bajar de peso. Dietas, comida light, pastillas inhibidoras de apetito, suplementos alimenticios y gimnasio. Y como parecía que nunca alcanzaría su meta, no veía un futuro próximo en que podría alimentarse y vivir como cualquier ser humano que no se preocupa de sus kilos… Hasta que sufrió un accidente.

Luego de que un hombre la chocara por atrás sus doctores le comunicaron que debería pasar al menos seis meses sin hacer ejercicio, truncando todos sus propósitos estéticos. Sintió pánico, y se limitó a usar el único espacio del gimnasio al que tenía autorización médica para estar: el jacuzzi climatizado.

Bridget, madre de tres niños menores de cuatro años, aprovechó la guardería que el lugar le ofrecía como parte de su mensualidad, y decidió ir todos los días a sumergirse en las relajantes aguas climatizadas del lugar. Ahí, escuchó día tras día cómo pasaban hombres y mujeres tras sus entrenamientos, alegando en contra de sus cuerpos e insatisfechos de los resultados que iban obteniendo, pese al esfuerzo puesto en los ejercicios.

“(Ahí) me di cuenta que tenía que cambiar mi forma de pensar. ¿Qué tenía de bueno gastar tanto tiempo ejercitándome, si no iba a pensar diferente?”, ha comentado la mujer, quien ha publicado recientemente su libro “The hot tub diet”, algo así como ‘la dieta de la tina de agua caliente’, donde explica cómo ella logró que ocurriera lo que para muchos sería un milagro, como lo es bajar de peso sin hacer ejercicio ni pasar hambre. La clave, dice, es preocuparse, más que de lo que se come, en la manera con la que alguien se enfrenta ante el reto de seguir una dieta y un plan de entrenamiento.

Tras eliminar los conceptos negativos que podía tener hacia su cuerpo, como los clásicos ‘estoy gorda’ -cuando realmente y científicamente no se está-, la mujer redefinió sus metas de peso a unas más alcanzables, al igual que sus conceptos de qué es estar saludable.

“Esos seis meses en el jacuzzi me dieron tiempo para pensar todos los días. Era capaz de ser consciente de las cosas, de por qué hice esto o por qué comí esto otro (…) Gané más confianza en mí y en mis capacidades. Y mi cuerpo comenzó a transformarse”, dice Praytor, quien vio cómo comenzó a bajar de peso solo pensando de manera más positiva acerca de ella y siendo más consciente de su alimentación.

“La ‘magia’ que ella había estado buscando no estaba en una dieta de moda, en pastillas, en el consultorio de un cirujano y ni siquiera en el gimnasio. La magia había estado dentro de ella todo el tiempo”, dicen en su sitio web.

¿Eres un comensal zombie o adicto?

“Para muchas mujeres, la comida es lo primero que piensan en la mañana, y el efecto que la comida ha tenido en sus cuerpos es lo último que piensan en la noche”, comenta Andy Puddicombe.

Este experto en meditación asegura en su libro “The Headspace Diet”, que es posible en 10 días tener una nueva concepción acerca de la alimentación, lo que permitirá a las personas bajar de peso. Todo, gracias a la mente.

En su libro, Puddicombe comenta la mala relación que las mujeres suelen tener con la comida, con conceptos que se adquieren desde la infancia y que en la adolescencia y en la edad adulta se intensifican, a medida que el peso comienza a ser un tema crucial en muchas de las vidas femeninas.

Para él, el secreto está en utilizar la meditación diaria, como una forma de atacar la ansiedad -causa común de atracones de comida innecesaria y calórica-, además de tomar conciencia de lo que se come y “resetear” el cerebro para sacar los mensajes destructivos que se han acumulado a lo largo de los años y que no permiten llevar una alimentación sana.

Se trata de observar los pensamientos que se tienen sobre la comida, y estar atentos a la hora de tener arranques emocionales que clamen por un helado de chocolate. Y para saber por dónde comenzar a poner manos a la obra, Puddicombe realizó una lista de personalidades a la hora de comer:

-El mordisqueador: Pasas el día probando un poquito por aquí y un poquito por allá, sin importar si tienes hambre o no. Estás convencido de que tu forma de alimentarte es la mejor; pocas porciones y sin privarte de nada, por eso no te interesa seguir dieta alguna. Sin embargo, no pierdes peso.

El problema, comenta el autor, es que pasas todo el día pensando en tu próximo bocadillo y corres el peligro de comer mucho y de manera frecuente. Por eso recomienda ordenar la alimentación y resumirla a tres comidas al día, más dos saludables snacks, con frutas o palitos de zanahoria. Pero no más de eso.

-El atracador o empachador: Consideras que las dietas nunca te funcionan, por eso de vez en cuando, sobre todo cuando te sientes solo o algo ansioso, sueles darte atracones de comida chatarra o de alimentos espantosamente calóricos.

A este tipo de comensal se le aconseja utilizar la mente para trabajar el autoestima y concientizar el hecho de que la comida es una fuente de energía, no una recompensa.

-El adicto a la dieta: Haz probado todas las dietas que aparecen en las revistas, y eres de los fieles creyentes de que la única manera de bajar de peso es cerrando la boca y siendo estricto con el régimen que decidiste seguir, aunque éste no asegure los nutrientes necesarios para mantenerte saludable. Total, lo importante para ti es verte delgado.

Lamentablemente, esta forma de alimentarte, comenta el autor, hace que tu cuerpo, al estar mal alimentado, crea que debe cuidar sus reservas de grasa, por lo que el esfuerzo de pasar hambre no surte mucho efecto.

Busca el equilibrio. Aunque lo repitan en todas partes, comprende que una alimentación balanceada te ayudará más a bajar de peso que comer lechuga todo el día.

-El borracho de alimento: Sueles ser muy fiel a las dietas y te preocupas de mantener una alimentación saludable y baja en calorías al pie de la letra. Pero tras días y días de sacrificio, rechazando un chocolate, un pedazo de torta o unas papas fritas, no das más, y terminas dándote el festín de la vida, sintiendo luego culpa y vergüenza.

Relaja las reglas de tus dietas y permítete de vez en cuando uno de esos alimentos prohibidos en el régimen. Mientras más ansioso te sientas por no comerlos, se te harán las cosas más difíciles.

-El zombie: Prácticamente no sabes lo que comes, porque solo metes a tu boca los bocados del plato que sacaste preparado del refrigerador, o que se hacía en tres minutos en el microondas. Luego, te sentaste frente a la televisión y te alimentaste. Por eso ahora apenas te acuerdas del color de tu comida. Para Puddicombe, tu dieta es monótona y probablemente, no te das cuenta que estás comiendo cosas no muy nutritivas.

Por eso el autor propone detenerse a pensar. ¿Te estás alimentando con comidas nutritivas? ¿Qué tienes frente a ti? Al comer, ¿qué sabor tiene? ¿Cuál es su textura?

-El comensal que busca confort: Cada vez que sientes angustia o pasas por una pena, la comida se transforma en ese amigo que te consuela y te reconforta, pero solo momentáneamente.

Este problema, como indica Puddicombe, es que tu cuerpo no se está conectando con sus señales de hambre, y en cambio, por temas emocionales, optas por comida poco saludable. Ante esto, aconseja detenerse diez segundos frente al plato, antes de cada comida. De este modo, le das tiempo a tu mente para que se de cuenta de lo que estás por comer y analice si realmente lo necesitas.

Fuente: http://www.emol.com/

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