Rowena Buxton-Henderson dejó de comer cuando entraba en su adolescencia. Bastó el comentario de una enfermera que le dijo que debía bajar de peso, porque estaba gorda. Esto fue suficiente para traumatizarse e imponerse un régimen severo que la llevó a sobrevivir diariamente con una manzana y una taza de té. Esa fue su alimentación durante años, según publicó el Daily Mail.
La joven de Nottingham estuvo a punto de morir: a los 16 años llegó a pesar apenas 31 kilogramos con 1.80 de estatura y tuvo que ser reanimada debido a la debilidad de su organismo.
En una de esas ocasiones, la enfermera le informó que le suministraría azúcar y a ella solo se le ocurrió preguntar qué cuantar calorías tenía eso. «Yo estaba en la negación completa«, explicó la recién graduada de Química en la universidad de Manchester, tras ganar la batalla a la anorexia.
La chica permaneció ingresada durante siete meses alimentada por un tubo en la unidad de trastornos alimentarios de un hospital psiquiátrico, pero el tratamiento no funcionaba, porque ella seguía devolviendo la comida porque tenía miedo de engordar, según indicó telecinco.es.
Su madre confesó que visitaba las funerarias para prepararse para lo peor. «Visité las funerarias porque pensé que se estaba muriendo y un par de noche me llamaron del hospital, donde estaba Rowena para decirme que no pasaría de esa noche«, señaló.
Hace cinco años, todavía en tratamiento, Rowena comenzó a estudiar Química en la Universidad de Manchester. Quizá este objetivo la salvó. Ahora sabe que tiene una nueva vida con «altibajos«, pero que hay «diferentes maneras de conducirla«.
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