Mucho se habla de inflación en la Argentina. Desde el año 2007 en adelante nuestro país vive con un aumento promedio de precios de dos dígitos, siendo éste superior al 20% los últimos años. La inflación en sí no debería ser problemática si esta se ve acompañada por mejoras en los indicadores sociales, permitiendo un nivel adecuado de crecimiento económico y un mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios. El problema aparece si la inflación dificulta la evolución de cualquiera de estos conceptos.
El último informe de relevamiento de expectativas económicas de la UCA muestra algo particular: mientras baja la preocupación de los encuestados por la inseguridad y una posible crisis económica, la inflación aparece como uno de los problemas más graves.
¿Qué causa la inflación? ¿Debe ser la preocupación principal del Gobierno la de bajar la inflación? ¿Cómo se baja la inflación?
Les respuestas a esas tres preguntas cambian rotundamente dependiendo la matriz ideológica de la persona que las responde. Aquí, las respuestas a las mismas.
La corriente ortodoxa
La corriente ortodoxa dirá que lo único que causa la inflación es la emisión monetaria por encima de la tasa de crecimiento de la economía (y que esa emisión la estaría realizando el Estado para financiar el déficit de las cuentas públicas, y en donde el resto de las razones que desencadenan inflación son consecuencia de “la emisión monetaria descontrolada”). Tanto la emisión de dinero, como el aumento de los salarios y el gasto público se marcan como causas de la inflación, por generar una presión de demanda que influyen sobre el mercado y hacen subir los precios.
Plantean a la inflación baja (de entre 2 y 4% anual) como uno de los principales objetivos de política económica. Para esta corriente, la solución pasa por bajar drásticamente los niveles de emisión monetaria, reduciendo el gasto público para la estructura tributaria actual, de forma que se permita tener un superávit público y que esta desaceleración en el crecimiento de la cantidad de billetes genere una desaceleración en los precios.
En síntesis, lo que se intenta bajar es el gasto público, pero lo que la ortodoxia no aclara es en qué sectores debe reducirse. No es lo mismo bajar los subsidios a servicios públicos (que generaría un freno al consumo y la producción), que un recorte de gasto en educación y tecnología (con impacto en el crecimiento de mediano plazo), o una baja en gastos para financiar empresas públicas consideradas prioritarias y que tienen déficit (como por ejemplo Aerolíneas Argentinas).
La corriente heterodoxa
Por otro lado, la corriente heterodoxa plantea que la existencia de estos niveles de inflación responden a tres causas concretas: una lucha de poder por las ganancias del producto (la “lucha de clases”), la existencia de formadores de precios con características monopólicas u oligopólicas que abusan de su poder de mercado, y la existencia de cuellos de botella consecuente al nivel de crecimiento de los últimos años, que desencadenan en la llamada ‘inflación estructural’ de la economía. Este enfoque de la inflación fue desarrollado por los estructuralistas latinoamericanos para definir las causas de la inflación en países en vías de desarrollo con problemas en el sector externo.
Desde esta corriente, se plantea que bajar la inflación no debe ser un objetivo en sí, sino que la misma es una consecuencia directa de la lucha de clases y la búsqueda de apropiación de renta. Por lo tanto,no se busca bajar la inflación “a cualquier costo”, sino que busca establecer las pautas de crecimiento nominales medianamente acordadas, para entender los límites que esta inflación puede tomar.
En ese sentido, la corriente heterodoxa dirá que lo importante es la reconversión de la estructura productiva, que permita que Argentina tome un rol diferente al que venía tomando – aprovechando únicamente sus “ventajas comparativas” (la ganadería y la agricultura) – para tomar un rol más importante en sectores con mayor valor agregado, como el sector industrial. En ese sentido, el planteo sería que lo importante es la reconversión. Y si viene con una inflación moderada a baja, mejor aún.
No hay que pensar en una causa única
Resulta importante entender que no hay una razón única por la que existe inflación. Si se toma en consideración únicamente un factor, se pierde del espectro una serie de efectos que existen en los hechos. Lo importante es tener un adecuado análisis de situación, para poder actuar en consecuencia y entender quiénes son los beneficiados y perjudicados por las políticas implementadas.
Fuente: http://ar.finanzas.yahoo.com