Suena el despertador y saltás cual resorte de la cama. Con esa energía de rayo láser iniciás la jornada que repetirás a diario: prepararles el desayuno a los chicos y llevarlos al colegio, ir a trabajar y no parar un minuto, y salir a las corridas de la oficina para recoger a tus hijos en la escuela y terminar el día en familia. Cuando llega el momento de preparar la cena, te das cuenta de que almorzaste un yogur a las apuradas, las galletitas que tenía una compañera o, lo que es peor, salteaste el almuerzo. Y en ese momento en que estás bajando el ritmo de la rutina te planteás si dejarte dominar por el hambre voraz que sentís y atacar sin piedad la heladera o que gane el cansancio e irte a dormir sin comer.
Son muchas las mujeres que viven así y con el agravante de deglutir a una velocidad demasiado rápida. Esta falta de conciencia a la hora de comer tiene infinitas repercusiones negativas en nuestra calidad de vida. Advertirlo y revertirlo a tiempo es posible. Te ayudamos a poner en marcha un plan que tiene como principal objetivo reordenar tus hábitos para que cuentes con la energía suficiente para invertirla en lo que quieras.
«Comer es un acto imprescindible para sobrevivir; no hacerlo o hacerlo incorrectamente puede tener grandes perjuicios en nuestra salud. Es importante prestar atención a cómo lo hacemos. Si la ingesta es desorganizada, basada en alimentos poco nutritivos y excesivamente calóricos o muy pobres en calorías, es momento de hacer un reajuste en nuestras elecciones», afirma el licenciado en Nutrición Rodrigo Fernández. Este tema no solo devela un déficit nutricional, sino que visibiliza un desajuste psicológico que podría estar sufriendo la persona.
Daniela Gogliormella, licenciada en Psicología y especialista en trastornos alimenticios, conoce bien cómo se comienzan a manifestar estas anomalías: «La persona empieza por dejar de darle prioridad a la alimentación. El trabajo, el estudio, los hijos o las tareas de la casa siempre parecen ser más importantes que comer. El resultado es un sentimiento de cansancio, lenta capacidad de respuesta, olvidos recurrentes y un humor inestable. Las razones que llevan a alguien a pasar todo el día con el estómago vacío y/o a darse un atracón por la noche pueden variar. Un motivo puede ser el desconocimiento sobre hábitos alimenticios, algo que se soluciona evitando que la hora de comer nos tome por sorpresa y tengamos que elegir en el momento qué comer, y otros pueden estar relacionados con enfermedades más complejas como la anorexia nerviosa o la obesidad. En estos últimos casos es importante realizar una consulta profesional para pedir ayuda y modificar estas situaciones que comprometen el cuerpo y la psiquis».
Al comenzar a cambiar costumbres adquiridas, los resultados positivos no tardan en llegar. Mayor plenitud, energía y buena capacidad de respuesta ante los diversos estímulos son algunos de los geniales beneficios.
«Si comés muy rápido, las hormonas intestinales que te producen la sensación de saciedad se liberan en menor medida que si lo hacés más lentamente; por lo tanto, comer más despacio te genera ese efecto de estar satisfecha y te ayuda a evitar los famosos atracones posteriores. Se debe comer cada dos o tres horas (cuatro, en casos excepcionales), así el día se reparte en seis comidas: desayuno, almuerzo, merienda, cena y dos colaciones. Esto te hará llegar con menos apetito a la siguiente comida», explica Fernández y advierte cómo realizar elecciones inteligentes si algún día no hay tiempo para el almuerzo: «No dependas solamente del kiosco. Pero si no existe otra alternativa, las opciones más sanas son: yogur descremado, barritas de cereales light, alfajores o galletitas reducidas en grasas. Si podés llevar algo en la cartera, que sea nutritivo: nueces, almendras, semillas de girasol o frutas desecadas. Los sándwiches de pan árabe con jamón, queso, lechuga y tomate son recomendables para un eventual almuerzo en el que no se puede hacer un corte de treinta minutos, que es el tiempo ideal para dedicarle. Por supuesto que todo esto no deberá reemplazar las comidas ricas en vitaminas y minerales que deben ser tu elección siempre. Una planificación semanal es una excelente idea para poner en práctica, no solo porque ahorra minutos, sino porque además balancea la dieta».
El momento de comer no debería ser algo más. Conceptualmente, es interesante transformarlo en un espacio de encuentro con uno mismo, o con otros, en el que «desenchufarse» de las preocupaciones para relajarse y disfrutar sea la principal razón para detener la vorágine diaria. Comer es un placer, y hacerlo de manera conciente es la mejor forma de gratificarnos.
Sanas Costumbres
Mejorá tu rutina de elecciones alimentarias. ¡Tomá nota!
- Planificá las compras para la semana.
- Prepará viandas para la jornada laboral.
- Si sos de esas a las que se les pasan las horas volando, poné una alarma que te recuerde, por ejemplo, el momento de realizar una colación.
- Tomá de dos a tres litros de líquido por día.
- El desayuno es la comida principal porque es la que nos pone en marcha. Jamás salgas de tu casa en ayunas.
Fuente: http://www.revistamaru.com