Tener el poder de convencimiento sobre los demás, no sólo pasa por ser inteligentes. Es importante ponerse en el lugar del otro, comprenderlo y descubrir sus deseos y necesidades. Entonces, cuando podamos brindarle lo que necesita, ésta será la forma más eficaz en la que podremos lograr del prójimo determinadas actitudes, que de, otra manera, resultarían improbables. Aquí le mostramos cuáles son algunas de las mejores fórmulas para que la persuasión sea exitosa. No nos basamos en estrategias complejas, ni en métodos sofisticados; sólo se trata de usar el sentido común de forma inteligente para lograr que aquella persona que nos interesa nos apoye y esté de nuestro lado.
¿Qué es persuadir?
Persuadir es hacer nacer en el espíritu de alguien, las ideas, sentimientos o incitaciones que desearíamos que aceptase. Es decir, convencer a otra persona de que crea lo mismo que nosotros o de que haga algo. Todos nos valemos de la persuasión, algunos en mayor medida que otros y con diferentes estrategias, fórmulas o argumentos para lograrlo; eso depende de cada uno y de los límites o medios que tomemos en cuenta para conseguirlo. Viéndolo así, la persuasión no es otra cosa que la “influencia”. Y ésta sólo puede lograrse cuando la otra persona está dispuesta, sea consciente o no, para recibirla. Para ser eficaces en la persuasión, la primer regla que debemos tener en claro será no traspasar ciertos límites éticos y morales que atenten contra la libertad ajena.
Comprender al otro
A nivel laboral, la pregunta fundamental es: ¿cómo puedo hacer para que la otra persona quiera hacer determinada actividad?
La persuasión efectiva evita dar una orden o sugerir por obligación. Se basa en la comprensión de la situación en la que está el otro. Por ello, una vez que uno se da cuenta de qué es lo que a la otra persona le importa, puede convertirlo en su aliado. De esta manera, seguirá el mismo camino. Pero, ¡cuidado!, no debe pensarlo de un modo egoísta, sino desde un intercambio mutuo, en el que ambos persigan el mismo objetivo. Sólo así, usted y la otra persona obtendrán lo que desean. Otra forma persuasiva es despertar en la persona un deseo determinado, y mantenerlo “enganchado” en la persecución de ese fin.
Con una sonrisa, todo es posible
No conviene avasallar a la gente dándole razones convincentes, que al fin y al cabo, sólo son válidas para nosotros. O sea, la persuación consiste en lograr que la otra persona esté convencida de que esa tarea, esa actitud, ese proceder laboral, será el mejor para ella.
Considere que la sonrisa es uno de los mejores métodos que se pueden utilizar. Siempre que sea sincera, su impacto será inmediato. Recuerde que es imposible lograr que el otro piense igual que uno, pero sí es posible que pueda creer lo que creemos nosotros y sentir lo que sentimos. Por ello, es más fácil influir sobre los sentimientos de alguien, y saber percibir cuándo tiene emociones insatisfechas, a fin de proponerle una solución. Sea concreto, preciso y escuche, eso le permitirá convencer con éxito.
La inestimable ayuda de la mirada
Los ojos son las ventanas del alma y el poder de la mirada es realmente mucho mayor de lo que la gente cree. Se habla mucho del ‘mal de ojo’ y de las características negativas de la mirada, pero poco se sabe de las técnicas positivas que se pueden utilizar a nuestro favor.
Aquí nos ocuparemos de cómo puede utilizar la energía de su mirada para ayudarse a comunicarse con ese otro al que debe convencer de algo. Es decir, aprender a influir energéticamente, pero de forma controlada, en los pensamientos de su prójimo, para de esa forma, desbloquearlo y lograr lo que usted pretende, independientemente de que sea un pensamiento, una conducta o un sentimiento. Nuestra mirada siempre tiene que ser serena y, a la vez, penetrante. Nunca debe desviarla ni bajar la cabeza durante una conversación, pues se cortaría ese flujo energético que ha logrado.
No debemos perder de vista a la persona con la cual queremos hablar. La miraremos fijamente a los ojos, pero con una expresión serena. Practique su mirada diariamente frente a un espejo. Los grandes actores de todos los tiempos siempre lo han hecho. De lo que se trata es de que usted vea lo mismo que verá “ese otro” cuando usted hable con él. Juegue a “sostener la mirada” por más tiempo. No olvide que su mirada es su arma más poderosa.
Practique los gestos que acompañan a su mirada que se detallan en el recuadro.
NO OLVIDE SU IMPORTANCIA: LOS GESTOS Y EL CUERPO
Además de la mirada, lo que diga, el tono y la postura, los gestos que haga también hablan y dicen muchas cosas.
No debe morderse los labios, rascarse la nariz ni jugar con el pelo, limpiarse los anteojos ni sacudirse la ropa. En cambio, un ligero toque de los botones de su camisa a la altura del corazón, un buen apretón de manos o un beso bien dado pueden convertirse en armas excelentes que le abrirán la puerta de la atención ajena. Fuente