Pensado como un recurso urbanístico para mejorar Los Ángeles en los años ‘50, el trayecto de baldosas con estrellas se convirtió en una atracción turística en sí misma, a la que llegan unos 10 millones de turistas por año. Más de 4 kilómetros, en ambas aceras de las avenidas Hollywood y Vine, que desde 1978 se consideran monumento histórico.
Su ubicación estratégica hace lo suyo: a quienes buscan la estrella de su famoso favorito se suman aquellos que ven el Paseo cuando vienen al Teatro Chino, uno de los edificios de postal de esta ciudad.
Allí está la estrella de Michael Jackson, una de las más fotografiadas. (Junto a ella, un doble del Rey del Pop, capaz de bailar estilo moonwalking y todo, listo para la foto por una propina a voluntad).
También la de Johnny Depp, Steven Sielberg, Matt Damon, Bruce Lee o Jack Nicholson, todos entre «los más buscados». Y el Ratón Mickey, la Rana René y el Pájaro Loco, porque la fama no es sólo para actores de carne y hueso. Ni tampoco es exclusiva de las caras conocidas: entre los inmortalizados en cemento figuran productores, guionistas, compositores de los que poco ha oído hablar el gran público.
«Cuando se murió Michael Jackson le pusimos las flores que tradicionalmente colocamos para los artistas fallecidos. Pero por tres días vino la gente a poner sus propias flores, sus donaciones. Se alocaron porque se murió el pobre hombre. Estaba llenísimo el lugar frente al Teatro Chino, nunca vimos algo así”, recuerda Ana Martínez, encargada del «Walk of Fame», tal como se llama en inglés al Paseo.
En cambio, cuando corrió la noticia de la muerte trágica de Whitney Houston, en febrero de 2012, muchos fans salieron a buscar la estrella para un homenaje parecido: no estaba. La mujer más premiada del mundo de la música -según dictaminó el Libro Guinness en 2009- no tiene su nombre en latón en la calle.
«Me llamó todo el mundo para preguntar por qué y quejarse. Sí la habíamos escogido para una estrella, pero ella nunca nos dio fecha para dedicar esa estrella. Una pena. Estamos esperando para ver si la familia quiere hacerlo ahora», dice Martínez.
Debate y cemento
Caminar por el Paseo dispara la curiosidad de cualquiera: ¿cómo que hay dos estrellas para Michael Jackson? (Una es de un presentador de radio local, homónimo del cantante). ¿Por qué Gene Autry tiene cinco? (Este actor estadounidense de los años ’40 es el único reconocido en las cinco categorías del Paseo: radio, cine, TV, música y teatro).
¿Y por qué famosos de la talla de Clint Eastwood o Madonna no tienen la suya? La respuesta, en este caso, hay que buscarla en el trámite de adjudicación de las estrellas.
Cada año, la Cámara de Comercio de Hollywood –responsable de la administración del Paseo- recibe hasta 300 postulaciones, de las un comité elige unas 24.
Algunos nominados son aprobados de inmediato; otros deben pasar por varios intentos para conseguir su estrella, como “una mujer que estuvimos debatiendo por siete años hasta dársela pero no la puedo nombrar”, se excusa Martínez.
Paul McCartney se convirtió en el último Beatle en tener la suya, en 2012, mientras que de los protagonistas de “Friends” -considerado uno de los mejores programas de la TV estadounidense en el ranking histórico de «TV Guide»- sólo Jennifer Aniston tiene una.
La laja más reciente fue un homenaje post-mórtem para el actor Richard Burton: a Martínez, que es la encargada de decidir la ubicación, le gusta colocar las estrellas en espacios simbólicos y «juntar a las familias, cuando se puede», así que al actor galés le tocó cerca de su segunda esposa, Elizabeth Taylor.
Entre los latinos con estrellas flamantes se cuenta el cantante Pepe Aguilar, múltiple ganador de Grammy, cuya estrella fue colocada junto a la de su padre Antonio, ícono de la música popular mexicana. Y Shakira, que congregó a una multitud de colombianos en Los Ángeles, con grabadoras y trajes típicos, para llenar de porro y cumbia el boulevard Hollywood en la ceremonia de «descubrimiento».
«Pueden ser artistas de todo el mundo pero conocidos en Estados Unidos y también buscamos algo filantrópico que hayan hecho. Y toca que la estrella nos dé una fecha para venir a dedicársela, si no, no la ponemos», detalla Martínez.
Lo que explica el caso Madonna, por cierto: a la cantante le concedieron su estrella en 1990, cuando se estrenó la película «Dick Tracy», que la tenía en el elenco junto a Warren Beatty y Al Pacino. Pero la diva del pop canceló a último momento y no volvió a coordinar otra fecha.
Las asignaciones, dice Martínez, vencen después de cinco años.
«Pero si quiere que me llame», bromea la encargada, que espera poder convencer a Eastwood, para quien tiene reservado un lugar preferencial frente al Teatro Chino: el último disponible en la cuadra más deseada del Paseo.
Para mantenimiento
Pero, además de acceder a participar en la ceremonia de instalación de la loza, los artistas deben cumplir con otro requisito antes de ver su nombre en el suelo de Hollywood: pagar US$30.000.
O más bien, conseguir un «patrocinador» que lo haga por ellos: en general suelen ser los estudios de cine o las disqueras, aunque en algunos casos incluso los fans juntan fondos para entregarlos a la Cámara de Comercio.
La mitad de la suma se destina a pagar por la ceremonia, las fotos, la seguridad: el día de «dedicación» de la estrella el número de turistas crece de a miles. Y muchos eligen la fecha para coincidir con un estreno de filme o un lanzamiento de disco, lo que alimenta las críticas por el carácter comercial del Paseo, ya que el homenaje en cemento se vuelve campaña publicitaria.
Con ese fondo también se paga la estrella misma, que desde hace tres décadas fabrica una familia de artesanos italianos de California.
«Las hacemos cada una en el momento, a pedido, y la colocamos nosotros mismos en la acera», explica a BBC Mundo Travis Paternostro, nieto del fundador de la empresa Top End Constructors, a cargo de la labor.
Sobre una base negra, la figura de cinco puntas color coral está hecha en un material llamado terrazzo (trozos de mármol conglomerados con cemento) de alta resistencia. En su interior se cala el nombre, en latón, y un círculo con un ícono que representa la disciplina del homenajeado: una cámara de cine, un vinilo, un aparato de TV, un micrófono de radio o las máscaras del teatro vivo.
Mientras, los otros US$15.000 de la tarifa que paga el «patrocinador» se destinan a un fondo de reparación del boulevard más famoso del cine: muchas estrellas han sido víctimas de vandalismo (la del actor Gregory Peck fue robada con una sierra de cemento, y debió ser reemplazada en 1995; antes habían sido quitadas las de Jimmy Stewart y Kirk Douglas, pero se recuperaron). Muchas más reflejan el paso del tiempo y están agrietadas o tienen muescas en el terrazzo.
«Son 51 años… y 10 millones de personas al año caminando encima», dice Paternostro.
Fuente: http://www.bbc.co.uk