Es el mayor truco de magia del mundo. Este acto de magia es realizado cientos de millones de veces al día cuando se oprime un botón, o, cada vez con más frecuencia, cuando se le da un leve toque a una pantalla, y en ese momento el tiempo se detiene.
La magia es la fotografía.
Hoy, estamos tomando y subiendo más de 200 millones de imágenes al día sólo vía Facebook. Nuestros teléfonos se han convertido en nuestros dispositivos de registro. O, como me gusta verlo: mi cámara también puede hacer llamadas.
Los smartphones han marcado el inicio de una edad dorada de la fotografía. Pero lamentablemente, gran parte de la conversación se ha enfocado en el dispositivo y el uso de filtros nostálgicos de imitación en vez de cómo los fotógrafos pueden escoger un amplio rango de posibilidades para ser creativos.
No debemos olvidar que los elementos de un mago, así como la cámara escogida por el fotógrafo, sólo son parte de la ilusión creada. Cuando el conejo es sacado del sombrero, su color o raza es irrelevante. Lo que es importante es la habilidad del mago para hacer aparecer el conejo y provocar el asombro de la audiencia. En fotografía, el equivalente es tomar una imagen que evoque fuertes sentimientos, sin importar qué dispositivo capturó la fotografía o cuál es su matiz nostálgico.
Los smartphones han democratizado la fotografía, e Instagram, en particular, nos han dado una plataforma sin precedentes para nuestras tomas. Pero en lugar de maravillarse con todas las opciones, ha habido quejas. Algunos profesionales se sienten amenazados pues sienten que se está nivelando el campo de juego; lo interpretan como el final de la técnica y el arte en la fotografía. Pero no deberían temer eso.
La fotografía parte de una cultura rica de aficionados. Lo que pasa hoy es similar a la proliferación original de la cámara Brownie de Kodak desde 1900. Una cámara barata y fácil de usar en cada mano no representa el final de la fotografía y tampoco convierte a todo el mundo automáticamente en Richard Avedon.
Las aplicaciones de fotos no les darán mágicamente a los fotógrafos de smartphones un mejor sentido de la composición, la luz o el encuadre. Las aplicaciones y filtros sólo cambian el aspecto y la parte estética de una foto. Pero no la hacen una mejor foto. Si le pones lápiz labial a un cerdo, sigue siendo un cerdo.
Fotografiando con un smartphone
Para mí, la fotografía es mi memoria. He escogido a la fotografía para demostrar que yo existo. Considero mi visión capturada del mundo como mi búsqueda de significado. Para mí, las palabras con frecuencia son inadecuadas, así que escogí definir mies experiencias con fotografías.
Este pequeño acto de magia no me divorcia –como la crítica Susan Sontag implicó en su libro On Photography– del aquí y el ahora. De hecho, profundiza mi relación con el presente.
Una imagen que yo tomo, decorada con nostalgia sintética, lo dice todo: “Yo estuve acá y esto fue lo que vi”. La cámara del teléfono me permite ofrecer una pequeña prueba del aquí y ahora, a niveles impensados ante una audiencia global en una inmediatez sorprendente.
Por qué uso filtros
Las imágenes de mi niñez tienen un aspecto cálido, desvanecido, ligeramente por fuera de poco. Son la memoria de las cosas pasadas, un manjar para los ojos. Me parece natural agregar la opción de filtros a mi proceso fotográfico.
Cuando descubrimos una imagen vieja, desvanecida y desgastada la tratamos con cuidado y respeto. El Tiempo la ha honrado con su bendición.
Mis imágenes digitales, no obstante, nunca verán los estragos del tiempo. Siempre quedarán, preservadas, prístinas y siempre en su estado original, en la perfección de hoy, sin la posibilidad de la aparición de las fallas del pasado que la afecten.
Quiero que mis memorias, como las fotografías de mi niñez, se desvanezcan y mezclen de con todo. Como sé que el tiempo no puede tocar mis imágenes digitales, les añado el efecto del paso del tiempo usando filtros.
Acoger el presente
Todo es cuestión de tiempo. Es cuestión del tiempo que estamos perdiendo, y lo que el futuro hará con nuestras memorias. Es cuestión del hecho que la tecnología puede comprimir instantáneamente nuestros pensamientos e imágenes colectivos a códigos binarios de 1 y 0.
Tenemos un mar de imágenes ahora. En el horizonte, veo la formación de un nuevo lenguaje fotográfico. Acojamos la fotografía, justo así como existe ahora. Y continuemos hallando nuestras voces, perspectivas, historias y estilo personales, sin importar cuál sea el medio.
Fuente: http://cnnespanol.cnn.com