¿Significan algo las coincidencias?

¿Significan algo las coincidencias?

 

¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?¿Significan algo las coincidencias?

Todo encuentro casual es una cita. La frase es de Borges (del cuento Deutsches Requiem) y resume uno de los equívocos más famosos de la estadística: la idea de que las coincidencias significan algo. Borges insinúa que ese encuentro, completamente fortuito, fue planeado por alguien o por algo a lo que no tenemos acceso y que -cito a Borges en otro texto- ciertamente no se nombra con la palabra azar. Pero en realidad las coincidencias no significan nada, y son una consecuencia inevitable del azar.

¿De dónde sale esa idea del significado de las coincidencias? De que nos cuesta entender la diferencia entre algo azaroso y algo regular. Algo azaroso, pensamos, es completamente desordenado, irregular, sin ninguna estructura; mientras que algo hecho con un propósito tiene formas o estructuras regulares. Sin embargo, lo completamente azaroso, inevitablemente, da lugar a estructuras. Y no hablo de la vida y otras cosas más complejas que, en el fondo son el resultado del azar y de las fuerzas físicas del Universo, sino de cosas más pedestres como encontrarse tres veces el mismo día con doña Inés en el ascensor.

La interpretación esotérica de las coincidencias parte de la confusión entre aleatoriedad y uniformidad.  Una cosa es que algo sea azaroso y otra cosa es que sea uniforme. Por ejemplo, en el cuadro Las Jirafas de Karlsuhe  Mike Smith, las estrellas están dibujadas más o menos uniformemente en el cielo. No tienen los cúmulos y huecos de un cielo real. Es difícil encontrar constelaciones en un cielo así. Sin embargo, los cielos reales, con sus puntos al azar, son una cordial invitación a buscar motivos: con pocos puntos hacemos toros y leones.

Lo crucial aquí es que siempre que haya puntos al azar (como en las estrellas), o eventos al azar (como en los encuentros por la calle), van a haber grumos y agrupamientos (las coincidencias). Dicho de otro modo, en puntos al azar es mucho más probable que haya grumos en algún lugar a que no haya grumos en ningún lado.

Sin embargo, a lo largo de la historia, pilas de escritores cayeron en la trampa de las coincidencias. Una excepción es Cicerón que, sobre los sueños premonitorios, dijo: “Todas las noches dormimos y casi nunca pasamos sin soñar. ¿Y nos admira que algo de lo que soñamos se realice?” En otras palabras, Cicerón entendía muy bien que en una ciudad grande hay miles de sueños premonitorios que nunca se cumplen; cada tanto, ocurre -tiene que ocurrir- que Juan X sueña, digamos,  que se muere su tía y al día siguiente su tía se muere y Juan X se lo atribuye al destino.

Uno de los primeros libros con registros detallados de coincidencias es de Paul Kammerer, un biólogo austríaco que  publicó un libro larguísimo (hasta donde sé no está traducido del alemán), donde propone una especie de ley de “serialidad”. Kammerer se pasaba horas en los parques anotando información sobre la gente que pasaba. Pasa una mujer de vestido rojo y, si luego pasa otra mujer de rojo, él pensaba que hay una especie de atracción misteriosa que opera en el mosaico del mundo, y que tiende a atraer a los similares.

La idea luego confundió a Carl Jung, que inventó una idea esotérica y circular: la de sincronicidad o “coincidencia significativa” pero no causal. Para Jung las coincidencias tienen una explicación que no viene de las leyes conocidas de la naturaleza sino de alguna ley “a-causal”. Pero, como dije, en realidad están dadas a ocurrir si uno analiza en detalle los eventos azarosos.

El ejemplo más reciente de la literatura es El cuaderno rojo, de Paul Auster, una especie de Kammerer moderno.  Auster narra una lista de historias verdaderas, divertidas y muy bien escritas, cuyo hilo común es la coincidencia. En un capítulo cuenta que las cuatro veces que pinchó una rueda estaba con la misma persona en el auto y dice: “hasta hoy no puedo convencerme de que esos neumáticos pinchados no signifiquen algo”. Pero no significan nada. Si analizás los miles y miles de  eventos de tu vida, no solo el pinchazo de neumáticos sino las veces que compraste aspirinas en la farmacia, las veces que perdiste los anteojos, las veces que escuchaste un trueno, etcétera etcétera, vas a ver que es más probable que en algún momento algo coincida con algo a que nada, nunca, coincida con nada.

Queremos ser merecedores de algo extraordinario y único, pero en realidad, vistos desde el cálculo de probabilidades, las coincidencias que alguna vez nos ocurrieron o nos ocurrirán son eventos comunes y ordinarios. Lo más sorprendente sería que nunca ocurran.

Fuente: http://tn.com.ar

Te puede interesar >>>

Video espeluznante: maestra encierra a alumno de jardín

Video espeluznante: maestra encierra a alumno de jardín

La maestra de un jardín del barrio Batalla del Pilar, en la localidad mendocina de …

Deja una respuesta